El tiroteo de Las Vegas, el más mortífero de la historia moderna de ese país, plantea por enésima vez la cuestión de regular la venta de armas de fuego.

Según la investigación preliminar, el atacante, identificado como Stephen Paddock, disponía de 16 armas largas en la habitación del hotel desde donde abrió fuego sobre los miles de asistentes a un concierto al aire libre, dejando 59 muertos y más de 500 heridos.

Pero además, de su casa se requisaron unas 18 armas de fuego adicionales, algunos explosivos y varias miles de cartuchos de munición.

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En una breve alocución desde la Casa Blanca, el presidente describió el acto de Paddock como “el mal absoluto” y llamó a Estados Unidos a mantenerse unido y a orar.

Pero no dijo ni una palabra sobre el control de la venta de armas de fuego. Poco después, su portavoz, Sarah Huckabee Sanders, opinó que era “prematuro” iniciar esa discusión.

Aunque la investigación recién comenzó, los adversarios demócratas del presidente estadounidense ya exigen, cualesquiera hayan sido las motivaciones del homicida, una modificación de la legislación sobre armas, un asunto que suscita virulentas pasiones en Estados Unidos.

Apoyado en la campaña electoral por la mayor organización estadounidense defensora del derecho a poseer armas de fuego, la National Rifle Association (NRA), Trump siempre fue un feroz defensor de la Segunda Enmienda de la Constitución, objeto de ásperas discusiones sobre su interpretación, que estipula que no se puede atentar contra “el derecho del pueblo a tener y portar armas”.

Horas después de la tragedia en Las Vegas, su exrival demócrata en la carrera a la Casa Blanca, Hillary Clinton, pidió un debate de fondo sobre las armas. “Nuestra pena no es suficiente. Podemos y debemos dejar la política de lado, enfrentar a la NRA y trabajar juntos para intentar que esto no vuelva a ocurrir”, escribió en Twitter.

A esto, la portavoz de la Casa Blanca respondió: “Es muy fácil para la señora Clinton criticar, pero debe recordarse que la única persona que tiene sangre en sus manos es el tirador, y este no es el momento de atacar a individuos u organizaciones”.

Que el Congreso “haga algo”

Nancy Pelosi, líder de la bancada demócrata de la Cámara de Representantes, escribió a su contraparte republicano Paul Ryan pidiendo la creación de una comisión para proponer “una ley de sentido común para ayudar a poner fin a esta crisis”.

Pero Trump no ha dado hasta ahora ninguna señal de que fuera a cambiar su postura, que entusiasma a su base electoral más fiel.

“Tienen un auténtico amigo en la Casa Blanca (…). Ustedes me han apoyado, yo los voy a apoyar”, declaró el mandatario 100 días después de su llegada al poder, en una insólita comparecencia de un presidente en ejercicio ante la NRA.

Durante la campaña ya había ido lejos en su argumentación, cuando puso como ejemplo el régimen francés, muy restrictivo, afirmando que los atentados del 13 de noviembre en París no hubieran sido tan letales si la ley hubiera sido diferente.

Para ganarse la simpatía de miles de miembros de la NRA, Trump recuerda regularmente que dos de sus hijos son socios de esa entidad desde hace años. “Tienen tantos fusiles y armas que a veces hasta yo estoy un poco preocupado”, contó alguna vez entre risas.

Masacre tras masacre, los demócratas no dejaron de intentar hacer más estricta la legislación sobre la venta de armas, pero los republicanos lograron hasta ahora actuar en bloque y oponerse a cualquier limitación.

El senador demócrata Chris Murphy, de Connecticut, donde en diciembre de 2012 tuvo lugar la masacre de la escuela de Sandy Hook, en Newtown, no ocultó su enojo el lunes.

“Es sencillamente exasperante que mis colegas en el Congreso tengan tanto miedo a la industria de las armas que pretendan que no hay ninguna solución política a esta epidemia”.

“Es hora de que el Congreso se mueva y haga algo”, enfatizó.

Las encuestas de opinión indican que la mayoría de los estadounidenses son favorables a un endurecimiento de la legislación.

AFP

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