Los cuatro muertos registrados hasta ahora en el país son dos mujeres sepultadas por un corrimiento de tierra, una niña que se ahogó y un agente de seguridad que murió tras la caída de una pared.

A este balance se le añade la muerte de una mujer que fue arrastrada por las olas en Taiwán. La isla, aunque se sitúa a cientos de kilómetros de Filipinas y de la trayectoria del tifón, sufre fuertes precipitaciones desencadenadas por Mangkhut.

“Daba la impresión de que era el fin del mundo” cuenta la filipina Bebeth Saquing, que ha visto decenas de tormentas en su vida, pero nada como el supertifón Mangkhut, que pasó este sábado por su región del norte de Filipinas, con vientos de más de 250 kilómetros por hora.

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El supertifón Mangkhut, el más violento del año entre la veintena de tormentas que suele azotar el archipiélago, dejó un reguero de viviendas destruidas, árboles y tejados caídos, cortes de electricidad o deslizamientos de terreno.

Alrededor de cuatro millones de habitantes se encontraron al paso del destructor tifón en el norte de Luzón, la principal isla del archipiélago filipino.

“Este número [de víctimas] debería aumentar a lo largo de las horas”, previno Ricardo Jalad, jefe de la oficina nacional de la defensa civil.

Tras el paso de Mangkhut, que se dirige ahora hacia las zonas altamente pobladas del sur de China, los socorristas filipinos fueron desplegados en las regiones rurales y montañosas más afectadas. Los vientos alcanzaron hasta los 330 km/h.

La magnitud de los daños apareció el sábado a lo largo del día, con el derrumbe de colinas llenas de agua, inundaciones incontrolables descendiendo por las calles y la evacuación de los habitantes de sus casas inundadas.

Algo más de 105.000 personas dejaron sus hogares huyendo de las consecuencias meteorológicas del tifón en esta región principalmente rural y agrícola.

Mangkhut soplaba aún con ráfagas de hasta 260 km/h en el momento en el que dejaba atrás el territorio filipino.