La reseña del libro que hace el periódico El País de España arranca con la entrada de 19 mujeres colombianas en el año 2000 al aeropuerto de Madrid, haciéndose pasar como integrantes de la selección nacional de taekwondo, con toda la documentación en regla: visa concedida en el consulado de Bogotá, el programa de la competencia que iban a disputar en España, y hasta sudadera con los colores nacionales.

Luego de pasar los controles de inmigración, las mujeres cambiaron la sudadera por ropa interior sugestiva y fueron distribuidas en diversos prostíbulos de Madrid.

Con su ingreso, dice El País, ‘El Músico’ había ganado una apuesta a sus socios, a ver quién podía entrar el mayor número de una sola vez. Se quedó con ellas y con un BMW.

“En Colombia no existía ninguna federación de artes marciales, las chicas nunca se habían subido a un tatami (el tapete en el que se realizan los encuentros), el chándal (la sudadera) fue encargado por un matón, la invitación y el programa del gimnasio eran una patraña, el entrenador era el hombre que las había captado en Colombia”, dice El País.

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La captación de mujeres en países como Colombia se hace a través promesas de dinero fácil, engaño y amenazas.

Según cifras del Gobierno español citadas por el periódico, en el 2016 fueron identificadas 14 mil víctimas de trata de mujeres, “apenas la tercera parte de las mujeres captadas en sus países de origen por las organizaciones criminales”.

Y el ‘modus operandi’ otra vez es ilustrado a través del caso de otra colombiana: Lucía, que a los 18 años llegó a Madrid.

A ella le habían prometido que iba a trabajar de camarera y obtener suficiente dinero para pagar por el viaje y los papeles a los traficantes y quedar con una ‘fortuna’ para regresar a su país.

Pero le dijeron que tendría que prostituirse para pagar la deuda. Luego, cuando supuestamente había cubierto el monto, le cobraron por conseguirle la visa de permanencia (que era gratuita) y, finalmente, le aparecieron unas deudas por el hospedaje y la comida.

“Pasaron los meses con nuevas promesas incumplidas, cientos de clientes (“aquí de viene a chupar y follar”), hasta que un día Lucía no apareció en el salón. Tampoco se había escapado (“en este negocio lo más importante es lo que está en la puerta”) ni estaba en su cuarto. Finalmente apareció: lo hizo tirada en un charco de sangre en el baño. Se había cortado las venas. La llevaron al hospital, donde le salvaron la vida de milagro. Al regresar días después al club había envejecido veinte años… y al cabo de unos meses tuvieron que ingresarla en un hospital psiquiátrico. Había muerto del todo. Nunca volvió a Colombia, nunca supo más de su madre, nunca volvió a ver a su hijo”, dice El País.

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