La mujer, madre de dos niños, además de las delicadas lesiones que le dejó el accidente en Cerro Gordo, cerca de Medellín, quedó con una fuerte depresión. Por supuesto, después de un hecho de esa naturaleza, a muy pocas personas se les ocurriría incursionar en el mundo del modelaje. Sin embargo, los psicólogos que la atendieron le dijeron que podía ayudarle a mejorar su estado de ánimo.

En entrevista con el medio brasileño Globo Esporte, Ximena dijo:

“Realmente ayudó. Volví a cuidarme físicamente, a caminar… Es un pasatiempo que me ocupa mientras me preparo para volar”.

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El año que ha pasado, dijo, fue de mucha terapia y de momentos de dificultad. Seguramente con eso, entre otras cosas, hace referencia a los problemas que tuvo a la hora de costear sus terapias, ya que la aseguradora de la aerolínea LaMia solo cubrió una parte de ellas, informó BBC. A pesar de eso, dice que es una bendición poder compartir con su familia a la que, a propósito, le dedica más tiempo, ya que cambió sus viejos hábitos fiesteros.

Aunque todavía no está lista para regresar a su trabajo de hace un año, ya ofrece conferencias sobre aviación y ha vuelto a usar su uniforme de auxiliar de vuelo. En su costilla está inmortalizado el accidente del avión del Chapecoense: un avión haciendo una herida en su piel, algo que refleja el dolor que siente, dijo.

Pero esa no es la única muestra de lo mucho que la afecta todavía el viaje: el día en que ocurrió, para ella, es el peor día de su vida, y dice que va a contar cosas nunca nadie dijo en un libro que prepara, al igual que lo hacen otros de los sobrevivientes de la tragedia. Eso también hace parte del trabajo personal que Ximena hace mientras consigue fuerzas para volver a volar de nuevo, como es su sueño.

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