Después de “134 exhumaciones, y varios cientos de testimonios, podemos probar al menos 90 asesinatos y al menos hay otros tantos que no podemos probar”, declaró ante la prensa el jefe de la investigación, Arne Schmidt.

“Este número [de muertos] es excepcional, único, en la historia de la República Federal” de Alemania, añadió, anunciando que la comisión de investigación especial ‘Kardio’ a cargo del caso había acabado su trabajo.

“Lo que hemos podido saber es aterrador, sobrepasa todo lo que habríamos podido imaginar”, insistió Johann Kühme, jefe de la policía de Oldenburgo (norte).

Högel habría matado a la mayoría de sus pacientes administrándoles sobredosis de medicamentos cuando estaban en reanimación. No tenía “preferencias” de edad o de sexo, sino que “elegía los pacientes que se encontraban en un estado muy crítico”, indicó Schmidt.

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El enfermero ya fue condenado en 2015 a cadena perpetua por 2 asesinatos y 4 intentos que se saldaron con la muerte de los pacientes. A estos seis casos, los investigadores indicaron el lunes haber añadido 48 otros casos, elevando así a 90 (contando otros determinados anteriormente) el total de muertes imputadas a Högel, de 41 años.

En junio de 2016, durante un anterior balance, los investigadores establecieron la responsabilidad del practicante en 33 muertes.

La investigación se reabrió en enero de 2014 cuando el acusado le confesó a un compañero de detención unos 50 homicidios, y después a un psiquiatra una treintena de asesinatos y unas 60 tentativas.

‘Aburrimiento’

Este caso sin embargo es también el de los fallos de las 2 clínicas donde el enfermero trabajó. Aunque las muertes de los pacientes tuvieron a menudo lugar cuando Högel estaba de servicio, ningún mecanismo interno dio la alarma.

Según los investigadores, “nadie quiso asumir sus responsabilidades”.

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Las clínicas de Delmenhorst y de Oldenburgo están siendo investigadas para determinar responsabilidades ya que “los asesinatos habrían podido evitarse”, dijo el jefe de la policía de Oldenburgo.

El caso salió a la luz en 2005, cuando un compañero de trabajo le sorprendió practicando una inyección no autorizada a un paciente en la clínica Delmenhorst, lo que le valió en 2008 su primera condena por intento de asesinato.

Una mujer, alarmada por lo mediático de este primer caso, empezó a tener dudas sobre la muerte de su madre. Se exhumaron varios cuerpos y los investigadores encontraron restos de sustancias sospechosas en 5 de ellos, llegando a la conclusión de inyecciones mortales en tres casos y en los otros dos de una “causa probable” del fallecimiento.

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Niels Högel explicó por su parte que practicaba estas inyecciones para llevar a los pacientes al umbral de la muerte, con el objetivo de demostrar su capacidad de traerlos a la vida. Única motivación alegada: “el aburrimiento”.

Sea como fuere, después de 12 años de investigación, la lista definitiva del número de víctimas nunca podrá establecerse con certeza. “¿Quién sabe cuántos crímenes podrán ser identificados?”, reconoció Thomas Sander, fiscal de Oldenburgo.

“El sospechoso no se acuerda de cada caso. Pero en más de 30 casos se acuerda de pacientes concretos y de su comportamiento”, precisó la responsable de la fiscalía de esta ciudad, Daniela Schiereck-Bohlemann.

EFE

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