Francisco Vera conversa animadamente en el Congreso de la República con Mauricio Toro e Inti Asprilla, mientras espera a su tía que está haciendo unas diligencias. Observa a lo lejos que Gustavo Petro se aproxima. Sus 11 años no le impiden apresurar el paso y se abre camino entre la gente para hablar con el senador. Cuando logra alcanzarlo, le pide una foto, también le habla acerca del movimiento ambientalista que fundó en Villeta y, sin pensarlo dos veces, le dice: “Senador, yo quiero hablar en el Senado”.

Cuando  Francisco Vera camina por las calles de Villeta, Cundinamarca, parece un niño común y corriente; corta estatura, unas pequeñas gafas, sonrisa pícara y apenas 11 años; pero cuando habla, salta a la vista que tiene algo diferente, un intelecto y madurez muy superiores a los que se esperarían de un niño de su edad. Ana María Manzanares, la madre del niño, nota que su pequeño trata de comprender cómo funcionan las cosas. “Cuando Francisco tenía cinco meses, yo lo estaba cambiando encima de la cama, cuando prendí la luz y la apagué, noté que él se dio cuenta de la relación que tenía el interruptor con el bombillo”.

En casa, sus padres crean espacios de diálogo ciudadano para que pueda opinar en los asuntos del hogar. Desde muy pequeño, tiene pensamientos muy profundos y críticos, su madre recuerda con gracia algunas respuestas que la dejaron perpleja: “A mí no me gusta que lloren a mi lado, entonces en una ocasión cuando él iba a empezar a llorar yo le dije: “No vayas a llorar, Francisco Javier”, a lo que él me respondió: “Mamá, tú que tanto defiendes los derechos humanos, ¿ahora me estás impidiendo llorar?, eso es un derecho humano”. “Yo no supe qué decir”. A los 6 años, este pequeño ya hablaba con su mamá y su tía acerca del feminismo, el derecho a vivir  y el porte de armas, lo que lo ayudó a forjar su carácter y fortalecer su posición frente a diversos temas.

Este pequeño activista siempre ha mostrado su interés por las ciencias, la física, la economía, la política, entre otras. Buscaba a su abuelo para aclarar dudas sobre economía y llamó frenéticamente a profesores universitarios amigos de su madre buscando respuestas a las inquietudes que le surgían luego de leer el libro ‘Simplemente Hawking’.

Desde temprana edad ha tenido contacto con el mundo del activismo social, su madre es militante por los derechos de la mujer y su tía, quien es edil por Tunjuelito, siempre se ha desempeñado como activista ambiental. Ellas han llevado a Francisco desde pequeño a marchas, plantones y todo tipo de espacios de participación ciudadana en donde invadido por el espíritu del liderazgo pide el megáfono para pregonar sus ideales. Un día estando junto a su mamá en una velatón llegó Álvaro Uribe Vélez, uno de los escoltas le preguntó a la madre de Francisco si deseaba que el niño se tomase una foto con el expresidente, a lo que el pequeño rápidamente respondió: “Gracias, pero yo con ese señor no me tomo fotos ni dormido”.

A Francisco le gusta jugar en su colegio con sus compañeros y a pesar de que allí no ejerce tanto el activismo, disfruta hacer parte de espacios de participación estudiantil, es representante de curso y aprovecha cada ocasión para tomar la vocería en su colegio. Tiene una relación muy cercana con el profesor de ciencias, Juan Carlos Padilla, a quien acude frecuentemente para preguntarle acerca de astronomía, física y ciencias. “En una ocasión, Francisco me pidió la palabra para explicarles a los muchachos de grado décimo y once acerca de la contaminación del medio ambiente en Colombia. (…) Él organizó todo y le di el tiempo para que expusiera acerca de la contaminación atmosférica, hídrica y el ‘fracking”, expresa el profesor Juan Carlos, quien cree firmemente en que Francisco será importante, pues ve en él algo diferente a los demás niños. El pequeño líder estudia en un colegio confesional católico de Villeta y es un estudiante ejemplar, muy comprometido con su estudio, aunque cuando le intentaban enseñar la oración de la Virgen María salió del salón argumentando que él “no le rezaba a gente muerta”.

Francisco creó el movimiento ambientalista ‘Guardianes por la Vida’ en el año 2019. Debido al contexto casi rural en el que vive, nota cómo la naturaleza poco a poco es invadida y maltratada de forma atroz por el hombre. “Si conoces la diversidad de Colombia, amas y defiendes a Colombia”, dice y se logra percibir la inefable convicción que tiene en sus ideales. El movimiento ambientalista nace cuando Francisco llamó a su madre y súbitamente le dijo: “Yo quiero hacer un movimiento de activismo”, ella no le prestó mucha atención, pero cuando llegó a casa el infante ya había organizado toda una “base de datos” con información de jóvenes y niños que querían participar del movimiento. En un inicio, las protestas transcurrieron en el parqueadero de su conjunto, pero rápidamente se trasladaron al parque central de Villeta: “Mi esposo no estaba de acuerdo con que Francisco hiciera eso -activismo-, pero cuando le mostré un video de nuestro hijo hablando en la Plaza de Villeta lo primero que me dijo fue que teníamos que comprarle un altavoz”, dijo Ana María madre de este pequeño.

Francisco se siente libre ejerciendo su liderazgo ambiental, ya que cree firmemente que la libertad significa ser feliz haciendo lo que le gusta y, sin duda, él se siente realizado al luchar por la biodiversidad de Colombia. Cree que la crisis política es la principal culpable del daño ambiental que hoy se vive en el país, asegura que los gobernantes de la nación privilegian el dinero y al hombre, pero dejan de lado a la naturaleza.

Propone que los dirigentes tengan un enfoque más biocéntrico y no solamente cuiden los intereses de las clases altas o de los seres humanos en general. También pone en un lugar privilegiado la protección de la naturaleza, para esto es necesario poner en práctica lo que para él fue la gran moraleja que le dejó El Principito, “hay que replantear las relaciones que tenemos con todas las formas de vida, un vínculo como el del Principito y la rosa debe darse desde el respeto, eso se debe aplicar en Colombia”, dijo Francisco.

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Es el momento de hablar

Francisco Vera le expresaba frecuentemente a su madre sus deseos por hablar en el Senado de la República, hasta que un día, acompañando a su tía a hacer unas diligencias en el Congreso, percibió su gran oportunidad. Mientras hablaba con los congresistas Mauricio Toro e Inti Asprilla, vio a Gustavo Petro. Francisco se acercó rápidamente para pedirle una foto, aprovechó para  hablarle acerca de “Guardianes por la vida” y súbitamente le dijo “yo quiero hablar en el Senado”. Gustavo Petro le respondió que primero debía hablar con el senador Lidio García. El pequeño se apresuró para hablar con Lidio, quien finalmente aceptó que este ambientalista se dirigiera a los senadores.

En esos momentos, los congresistas estaban votando los impedimentos de la Reforma Tributaria, por lo que el Senador García le pidió a Francisco que volviera al otro día y así fue como el 18 de diciembre de 2019, un niño de apenas 11 años de edad se paró frente a los Senadores de la República para hacerles un llamado a la conciencia ambiental: “Intervine con un mensaje contundente, claro. Un mensaje conciso que iba pidiendo a los Legisladores que votaran a favor de la vida”, dijo Francisco.

La vida de Francisco es agitada. Usualmente da entrevistas cuatro veces a la semana, ya cuenta con una larga lista de detractores y próximamente escribirá columnas para el medio digital KienyKe. Hace menos de un mes, él perdió su cuenta de Instagram a causa de un inconveniente con integrantes de su movimiento ambientalista, quienes intentaron formar un sindicato en su contra. Gracias al reconocimiento que ha tenido y luego de su entrevista en La W radio son muchas las personas que se han sumado a su inconmensurable lista de detractores y han empezado a criticarlo. Su madre, al percatarse de la crueldad de los comentarios que recibía su hijo, le preguntó si se sentía bien y quería continuar, a lo que Francisco respondió: “Mami, si yo me metí en esto, la gente me va a dar palo, es normal”. Sin embargo, la crítica del columnista Adolfo Zableh fue la que más le impresionó, ya que en las últimas líneas de su artículo compara a Francisco con el personaje de ficción Chucky: “No es posible que él diga que prefiere tener un niño peor que Chucky, ¡si Chucky es un asesino!”, exclama Francisco con una notable indignación.

Este pequeño activista cree que sus detractores brindan ideas sin argumentos y piensa que no lo pueden privar de dar su opinión solo porque no ha estudiado lo suficiente. Con una mezcla de rabia e indignación dice: “No pueden mandar a callar a un niño que estudia más que Ernesto Macías”.

En ocasiones, sus padres sienten temor por lo que le pueda llegar a pasar; sin embargo, lo apoyan “a ojo cerrado” en el ejercicio de su activismo. Adicionalmente, Francisco disfruta hacer caricaturas de humor político, ver videos de ‘youtubers’, tomar fotos y sobre todo le encanta jugar  videojuegos como Minecraft y Fall Guys, se entretiene con su perro Pinky y con su gato Foucault. Es un niño que nunca va a tomar como juego su papel de ambientalista.

Autor: Cristian Moreno Garzón

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.