La de Escobar, escritor, poeta, ensayista, cuentista y periodista cofundador del movimiento literario nadaísta, es quizás una de las miradas más realistas y desapasionadas (ese es su estilo) sobre el Álvaro Uribe detenido, y se destaca precisamente por no ubicarse (y si cualquiera pretendiera situarlo, debería decir primero que se para en la duda) en ninguna de las apasionadas orillas que bullen a lado y lado de la vida y obra del exmandatario.

De hecho, Escobar comienza su columna en el diario capitalino asegurando que “es imposible que Álvaro Uribe sea el diablo que piensan unos ni la segunda persona de la Santísima Trinidad, como alegan otros en rapto místico”. Para él, “es muy raro el modo como unos huesitos y unas carnitas, según su parco autorretrato, logran suscitar tanto rencor y tanta veneración”.

Esa “irracionalidad” en torno a la figura del líder del Centro Democrático procede, según Escobar, más del “estado anímico de una nación dominada por sus emociones primarias”, que del “brillo” de la personalidad de Uribe, que para este columnista no es otra cosa que “un campesino antioqueño con el genio de los administradores paisas de fincas, con la desfachatez del pragmático enceguecido por sus propósitos”.

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Sin embargo, desde la esfera bucólica en que Escobar sitúa a Uribe, ese campesino llegó al ejercicio del poder y ahora parece estar padeciendo la soledad que resulta connatural a esa situación. Para Escobar, Uribe “es la alegoría de la soledad de los que fueron situados por azar o por decisión propia o por ambas cosas en un lugar preeminente, en un mundo regido por la angurria y la envidia”.

Pero uno de los aspectos que más llama la atención de la columna de Escobar es la forma en que describe esa soledad en la que está Uribe, invocando al teórico que para muchos es el padre del realismo: “En la soledad del poder no se sabe qué lamentar más, lo supo Maquiavelo, si la saña de los enemigos aviesos o la adulación de los amigos incondicionales que humilla y enajena”.

De los primeros, los “enemigos aviesos” del expresidente, no hay que hacer muchos esfuerzos pasa identificarlos. Y de los segundos, los amigos incondicionales, cuya “adulación humilla y enajena” hay diferentes expresiones, como las que relaciona Daniel García-Peña en su columna de El Espectador, en la que destaca que después de la orden de detención contra Uribe no pasó nada.

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“Se especulaba por parte de prestigiosas columnistas que, en caso de un encarcelamiento de Uribe, el país se encendería”, y pone un ejemplo, aunque sin considerar el hecho de que por la pandemia las movilizaciones están prohibidas. “Sí se han presentado una que otra caravana a su favor [de Uirbe], pero hasta ahora no se han visto las hordas de seguidores que se acamparon inmediatamente y durante meses en frente del sitio de detención cuando Lula fue arrestado en el Brasil, por ejemplo”.

García-Peña se refiere también a la propuesta de Paloma Valencia de convocar una asamblea nacional constituyente para reformar las cortes. “Tuvo la misma resonancia que el llamado de Petro hace unas semanas a la desobediencia civil, o sea ninguna […]. Todos los seguidores de Uribe expresaron su desacuerdo con la determinación de la Corte, incluyendo Duque, pero todos, incluyendo Duque, también dijeron que de todas maneras había que respetar la justicia”.

Y uno más, Humberto Montero, en El Colombiano, le pone a Uribe el rótulo de “libertador” y asegura que su figura “empequeñece cualquier otra en el último medio siglo de la historia colombiana” y “corona el Panteón de hombres ilustres de la patria”, porque “obró un milagro tan grande” gracias al cual “la paz y la concordia” siguen “adelante a distintas velocidades y con contratiempos, pero adelante”.