Los padres idealizan la llegada de un hijo porque cada uno identifica en el niño todo lo soñado y esperado. Sin embargo, cuando un hijo es diagnosticado con alguna condición, “la pareja debe establecer otras obligaciones cotidianas que, en términos académicos, implican un trabajo psíquico de cada integrante para recomponer sus expectativas frente al hijo, e incluso elementos de la vida juntos”. Esto, sumado a la atención que requiere todo recién nacido.

A esa conclusión llegó la licenciada en educación especial Rossana Cuervo después de estudiar la relación conyugal de ocho parejas que tienen hijos con distintos tipos de autismo.

“Los efectos en la relación de pareja pueden ser variados, pues dependen de la personalidad y la historia de cada uno de ellos y de su relación, del significado no solo del hijo sino también del cónyuge y de la singularidad del niño y su autismo”, asegura la investigadora de la Universidad Nacional.

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El estudio incluyó entrevistas en profundidad (no estructuradas) sobre los inicios de la relación de pareja, la forma en la que asumieron el diagnóstico y cómo es la vivencia de la discapacidad de su hijo.

Esta información fue analizada considerando tanto lo manifestado por las parejas como los elementos que lo acompañan: modos de hablar, equivocaciones, insistencias, contradicciones… los cuales proponen la perspectiva psicoanalítica.

Al respecto, se encontró que entre la singularidad propia de cada pareja es posible identificar algunos aspectos comunes: la presencia de un hijo con autismo y la vivencia de situaciones semejantes.

Angustia e incertidumbre

En la mayoría de las parejas se identificó que el pronóstico de un hijo autista genera angustia e incertidumbre. En la madre, aparentemente, se tiende a un amor desbordado, aunque muchas veces el análisis refleja conductas de rechazo. El padre refleja frustración y vergüenza, que expresa aislándose o desentendiéndose de la situación, explica la investigadora.

Estas conductas, que resultan de la idealización de un hijo sin discapacidad, repercuten directamente en la relación conyugal. Por ejemplo los reproches que se hacen sobre la situación del hijo ocasionan conflictos que deterioran la relación.

Dentro de las parejas existen pactos y acuerdos inconscientes que mejoran la convivencia. En este caso se encontró que “el aislamiento del padre es un pacto inconsciente que acepta la madre y que ayuda al sostenimiento de la relación conyugal”.

Como el padre se desentiende, la madre asume el cuidado del hijo, lo cual disminuye los espacios de vínculo entre la pareja por la prevalencia de la relación con el niño.

La doctora resalta que el primer paso para que la relación de pareja no se deteriore es sobreponerse a la fractura del ideal de hijo deseado y la aceptación de la condición al comprender lo que sucede con él y respetar su singularidad, para que a partir de ello se realice una proyección del niño a la medida de sus cualidades y capacidades.