Para celebrar el Día del Padre, el Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana publica los resultados de una reciente investigación que revela cómo han ejercido la autoridad los papás de las últimas tres generaciones, es decir aquellos que nacieron entre 1920 y 1980.

Si bien, el fin último y tradicional de la figura paterna siempre ha sido la de educar y formar a los hijos a través de la autoridad, el estudio evidencia que en los últimos 100 años se han empleado diferentes estrategias para lograrlo, actitudes que van desde la agresividad y el sometimiento hasta la tolerancia, el diálogo y el amor.

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“La función histórica del padre ha estado vinculada a la disciplina cuyo ejercicio, a veces violento, ha generado por generaciones la separación del niño del universo materno. Con el tiempo, esto ha cambiado y la forma de ejercer el control y la disciplina hoy se complementa con la demostración de afecto”, señaló Andrés Cano, profesor del Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana y director del estudio.

Según el informe, la autoridad de la figura paterna en Colombia se ha encasillado en tres formas de poder a lo largo de tres generaciones específicas.

Los primeros –bisabuelos– aplicaron al pie de la letra el dicho que reza: “la letra con sangre entra”; los segundos, algunos de ellos abuelos, vivieron en medio de la confusión de si podían seguir ejerciendo su autoridad a través de la violencia y los gritos. Además, se enfrentaron a una realidad distinta en la cual su machismo fue reprimido por una mujer que gracias a la revolución femenina comenzó a trabajar y sus pautas de crianza, agresivas y violentas, fueron amenazas por las políticas del Estado que comenzó a crear leyes y normas que protegían a los niños.

Finalmente, los terceros –los papás de esta generación– que tienen 35 años o menos, se inclinaron más por lo racional. Son conscientes de que los tiempos han cambiado: la mujer de esta generación también trabaja y comparten con ella las tareas u oficios del hogar, colaboran más con la crianza de los niños, etc. Estos padres de familia viven inmersos en medio del desconcierto porque no tienen claro cómo ejercer su rol de padres.

Los papás ‘baby boomers’ (nacidos entre 1920 y 1949)

Basaron sus relaciones familiares en patriarcados, y solo por el hecho de ser los “hombres de la casa” y además únicos proveedores del hogar, se sentían con el derecho de ejercer a toda costa el poder sobre la esposa y los hijos.

“Él era el único que podía gastar el dinero, disponía libremente de la voluntad de los hijos y la mujer, sólo él trabajaba y por su puesto era quien mandaba. La esposa, al contrario, tenía que someterse a lo que él dijera e hiciera”, afirmó Cano.

Este tipo de padre podría llegar a ser violento o agresivo, especialmente si veía amenazado el poder que ejercía sobre su familia, ya sea porque se le cuestionaba o desobedecía. “En ambos casos no veía problema en ejercer su autoridad a los correazos o a los gritos sin ser consciente del daño que pudiera generar en su familia”, dijo.

Papás de la Generación X (nacidos entre 1950 y 1979)

Su poder fue cuestionado por los hijos, la pareja e incluso el Estado.

Venían con una herencia muy fuerte de sus padres, pues fueron educados a punta de rejo y gritos; vivieron en carne propia la aplicación del refrán que dice: “La letra con sangre entra”, creencia que se implementó en una educación muy tradicional y propia de principios del siglo XX, en nuestro país.

Sin embargo, se encontraron con otra realidad: recibieron mensajes contrarios a sus pautas de crianza o, por lo menos, muy distintos a cómo ellos fueron educados. El Estado comenzó a diseñar políticas para proteger a la primera infancia y a la revolución femenina que, entre otros logros, permitió que las mujeres trabajaran, les reconoció un estatus electoral activo y otros logros que hicieron sentir desplazados a los hombres.

La tecnología también comenzó a reemplazar su principal característica de poder: la fuerza física, esto fue evidente especialmente con la aparición de las máquinas.

En esta generación, la masculinidad estaba asentada en el papel proveedor del hombre que se vio cuestionada por la entrada de la mujer al mundo laboral; su masculinidad estaba cimentada en la fuerza física, que fue desplazada por el desarrollo tecnológico. Además su capacidad de reprimir y castigar que se vio afectada por las leyes.

Estos hombres se empezaron a sentir sin piso y sin referente. No sabían cómo actuar y ejercer su autoridad; se volvieron permisivos o al contrario se aferraron al pasado y a cómo fueron criados sin importar que su esposa o hijos los abandonaran.

Papás de la generación Y o ‘millennials’ (nacidos desde 1980)

Ellos se inclinan más hacía lo racional y teniendo en cuenta que la mujer ya tiene mucho más claro su papel de proveedor, comienzan a aceptar voluntariamente estos cambios, como por ejemplo el cuidado de los hijos, el hecho de compartir las tareas del hogar e incluso ya perciben como algo negativo el hecho de castigar o reprimir físicamente a los niños.

Pese a que aceptan estas condiciones o tareas de forma voluntaria, no saben cómo llevarlas a cabo y viven en medio de la zozobra por qué desconocen cómo realmente ser buenos padres.

También conviven en un contexto social y cultural muy diferente en el que ellos fueron educados, en el que, por ejemplo, la legislación impone pautas concretas de actuación, compromisos y responsabilidades con los hijos.

Reemplazaron la fuerza por el diálogo, los golpes por el efecto y, poco a poco, fueron ‘desnaturalizando’ el castigo.

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