Según lo indica la Asociación Americana de Psicología, APA (por sus siglas en inglés), el estrés es una reacción natural del cuerpo ante situaciones que modifican la rutina habitual. Aunque en pequeñas dosis este podría ayudar a superar miedos y motivar, cuando es causado por preocupaciones de dinero, trabajo, salud o relaciones, y se prolongan por horas, días o meses, el cuerpo y la mente comienzan a manifestar diferentes tipos de reacciones. 

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Entre las secuelas más comunes del estrés se encuentran los problemas gastrointestinales como la diarrea, el estreñimiento, la ingesta excesiva de comida, la pérdida de apetito, acidez y exceso de gases. Estos problemas, causados por la ansiedad y la necesidad de comer más, especialmente comida rápida con altos contenidos calóricos, perjudican el correcto funcionamiento del tracto gastrointestinal y, por lo tanto, aumentan el nivel de estrés.

Además, el insomnio, los trastornos cardiovasculares, problemas de la piel, la alteración del ciclo menstrual y la diabetes son algunas enfermedades y padecimientos que podrían aparecer o empeorar con el estrés, si no se trata.

¿Qué hacer para reducir los efectos negativos del estrés?

“Los efectos del estrés a nivel físico y emocional son variados, pero la buena noticia es que todo tiene solución. Aunque nuestro sistema se ve afectado debido a las tensiones y angustias del día a día, pequeños cambios en nuestra rutina pueden hacer la diferencia y ayudarnos a enfrentar el estrés de forma sencilla”, afirmó el doctor Álvaro Rojas, director médico regional de Abbott para América Latina, en un boletín de prensa.

Algunas de las modificaciones en los hábitos que aconseja el especialista son:

Alimentación: ser conscientes de lo que se ingiere e incluir alimentos ricos en compuestos antiinflamatorios como ácidos grasos insaturados, por ejemplo, salmón y atún. Antioxidantes, polifenoles y carotenoides, como chocolate negro, verduras de hoja verde, pimentones de colores y vino, pueden ayudar a controlar los efectos del estrés.

Hábitos de sueño: dormir bien es fundamental. Aunque lo recomendable es de siete a ocho horas diarias, cada organismo es diferente y algunos podrían necesitar más o menos. Hábitos de sueño adecuados permiten pensar con más claridad, ayudan a mantener un peso adecuado y disminuyen los riesgos de padecer problemas de corazón y enfermedades crónicas.

Ejercicio: es importante ejercitarse diariamente, incluso cuando existen momentos de estrés. La actividad física beneficia el tránsito intestinal, ayuda a controlar el peso, reduce los niveles de adrenalina y cortisol, y libera endorfinas que disminuyen el estrés mental y relajan el cuerpo.

Beber más agua y menos café: consumir cafeína en exceso puede ocasionar insomnio, temblores, taquicardia, entre otros. Estos síntomas, asociados a los que puede producir el estrés, no son beneficiosos para el organismo, contrario a lo que sucede al beber agua, que previene la deshidratación y ayuda a mantener energía para realizar otras actividades.

Hacer pausas: la presión del trabajo y el hogar, las preocupaciones y las diferentes situaciones que desencadenan estrés, siempre van a estar presentes, lo importante es aprender a manejarlas y saber que siempre hay tiempo para todo. Dedicar espacios del día para hacer lo que más nos gusta y disfrutar las cosas simples de la vida como escuchar música, almorzar con un ser querido, jugar, o cualquier actividad que nos haga felices es fundamental para relajar el cuerpo y la mente.