La curiosidad por saber qué decían los titulares de los periódicos y los libros la impulsó a salir del analfabetismo, contó a EFE Lupita.

“Ahí buscaba cualquier cosita, mirando si lo podía descifrar”, explicó Lupita ojeando un periódico local del suroriental estado de Chiapas, donde reside. “En seis meses saqué mi secundaria, todo eso a mí me ha motivado a querer saber, leer, escribir y servir”, añadió entusiasmada.

Lupita, originaria de la comunidad indígena Vicente Guerrero, del municipio chiapaneco de Ocozocoautla, es la mayor de cinco hermanos y no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela con regularidad durante su niñez hace casi un siglo.

Sus padres afirmaban “que la escuela era una pérdida de tiempo” y a ella le daba “flojera (pereza)”; por ello pasaba gran parte del tiempo jugando “arriba de los palos (árboles)” y acabó abandonando los estudios.

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El camino de Lupita por la vida no fue fácil. Hoy vive solo en compañía de una de sus nietas con parálisis cerebral en una colonia popular en el sur de Tuxtla Gutiérrez, donde los asesores de un instituto educativo la visitan para que no vuelva a abandonar sus estudios.

Le suministran el material que necesita para su aprendizaje, como un libro de ciencias naturales que lee con cierta dificultad mediante unas gafas encima de otras. A su avanzada edad, también ha aprendido a escribir, un logro que pone en práctica escribiendo relatos en una libreta escolar donde plasma una caligrafía que evidencia el temblor de sus manos.

Su hijo Enrique Vázquez Palacios contó que Lupita está muy motivada para seguir estudiando: “Es la más longeva terminando sus estudios de secundaria y dice que quiere seguir estudiando”.

Lupita contó entre risas que “nadie me va a dar trabajo”, pero aseveró convencida de que “si me pongo abusada (alerta), sí puedo servir de algo. La realidad es que yo quiero seguir estudiando, para seguir conociendo la ley de la vida”, sentenció Lupita.

Con EFE