Eso fue lo que —cuenta la leyenda— soñó uno de los primeros obispos de Tlaxcala. En todo caso, lo que sí es cierto es que esa ciudad, ubicada estratégicamente entre Ciudad de México y el puerto de Veracruz —sobre el golfo de México—, fue fundada en 1531 por y para españoles, pero hoy es un destino para el disfrute universal.

Mito o no, en cada rincón de la urbe se siente ese algo ‘sobrenatural’, ‘especial’, como pensado solo por ángeles, como ocurre con sitios como el centro histórico, que es patrimonio mundial; las cerámicas de Talavera y la biblioteca pública más antigua de América, reseña el periodista Juan Uribe en su blog de viajes.

¿Y cómo ver todo eso en conjunto? Una buena opción —recomienda Uribe— es la Estrella de Puebla, una rueda que mide 80 metros de altura y cuenta con 54 cabinas cerradas (50 son generales y tienen capacidad para ocho pasajeros, mientras que cuatro son VIP y reciben a seis personas).

Esos y otros atractivos de la ciudad son contados en la crónica de Uribe que incluye programas como pasear por el centro histórico para visitar íconos como la Capilla del Rosario o comprar las reconocidas cerámicas de Talavera.

“No pueden faltar las visitas a tiendas en las que se venden dulces típicos y a restaurantes donde se sirve el orgullo gastronómico de la ciudad, el mole, una salsa que entre otros ingredientes contiene chocolate, chile y especias”, agrega.

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