Por supuesto, a veces no es nuestra culpa y un mal paso, la torpeza, o simplemente confundir una obra de arte con una banca para sentarse (en serio, pasó en 2014 en Nueva York) pueden llegar a tan desafortunados eventos. Claro, hay otros que les pasó por no seguir las reglas básicas de un museo: “no tocar”.

El portal Artsy explicó que el caso mencionado anteriormente en ‘la gran manzana’ le ocurrió a la escritora Alison Kenney, que confundió una obra hecha de espuma de poliestireno recubierta con una silla y le partió la esquina. Ella, como cualquier otra persona, trató de hacer como si no hubiera pasado nada, pero las cámaras la registraron y los encargados del museo la detuvieron. La llevaron a una oficina, tomaron sus datos, y Kenney nunca volvió a saber nada de la galería ni tuvo que pagar un solo centavo.

¿Por qué? Simple. Como todos sabemos, las obras de arte tienen unos seguros proporcionales a su valor, por lo tanto ante cualquier eventualidad están cubiertos. Además, los museos y las galerías no son como otros establecimientos con la política de “si lo rompes, lo pagas”.

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Por cuestiones del seguro, los encargados de estos recintos llevarán al visitante a una sala para solicitar sus datos, y ya se podrá desentender de toda la situación. En algunos casos muy particulares volverán a ser contactados para alguna otra declaración o información adicional, aunque esto no suele ser muy común.

Luego de todo esto, la obra de arte pasa a una revisión de los restauradores para evaluar los daños, y en caso de destrucción completa se hace una indemnización total del valor de la pieza.

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Ahora bien, los visitantes son ‘personas invitadas por el museo’, por lo tanto la responsabilidad de proteger las obras es de este último. Claro, los accidentes pueden ocurrir, y en este caso el sitio asume las cosas.

Sin embargo, como se indicó anteriormente, la persona que por tomarse una ‘selfie’ (pasó en Portugal en 2016) o incumplir las normas (¡no tocar!) rompa una estatua o dañe una pintura, deberá asumir los costos de la reparación, e incluso las autoridades pueden abrir procesos penales en contra de ellos.

Sobra decir que si el visitante va intencionalmente a dañar la obra de arte a un museo o una galería, está cometiendo un delito.

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