El más reciente empresario millonario en asumir el poder ejecutivo de una nación es Mauricio Macri, que sucedió a Cristina Fernández de Kirchner en la presidencia de Argentina. A ese grupo de políticos millonarios también pertenecen Vicente Fox, expresidente de México; Juan Carlos Varela, exmandatario de Panamá, y Ricardo Martinelli de ese mismo país; el paraguayo Horacio Cortés y el chileno Sebastián Piñera también aparecen listados.

Todos los nombrados se ubican en la derecha del espectro político y basan su éxito en ese campo y en su éxito como empresarios. Además, explotaron de manera favorable el descontento generalizado que existe hacia la clase política de cada país, de una forma muy similar a como lo está haciendo hoy en su campaña por la presidencia de Estados Unidos el magnate republicano Donald Trump, informa BBC.

Esta tendencia es más vieja de lo que parece; data de finales de la Segunda Guerra Mundial, según el historiador chileno Joaquín Fermandois, cuando se dio un fenómeno que acabó con la tradición de elegir como timoneles de los países a caudillos, militares o abogados. Desde entonces, los tecnócratas ascendieron como una solución pragmática en medio de tanta lucha ideológica.

“La crítica a estos empresarios es que además quieren comprarse al país: una parte del país los admira por eso, y otra parte desconfía de ellos”, indica el historiador.

Sin embargo, ciertamente hay muchas razones para poner a Donald Trump en una casilla distinta a la de estos mandatarios latinoamericanos. Por ejemplo, estos hombres de negocios también atienden políticas sociales, además de mantener otras ya existentes, por lo que evitan impulsar un liberalismo económico desbocado, advierte el internacionalista Paulo Velasco de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Además, Velasco considera que Trump se ubica más a la derecha en el espectro que los millonarios presidentes de esta región. No en vano, dice él, lo han tildado de fascista y racista debido a sus comentarios vehementes contra la población latina.

Pero la cuestión no termina allí. Hay quienes consideran que tener a estos hombres de negocios en el poder es una garantía de no corrupción, dado que no necesitan dinero; sin embargo, también hay quienes siguen la línea de José Mujica, expresidente de Uruguay, que opina que el interés por el dinero es una pésima señal a la hora de evaluar a alguien que quiera ocupar un cargo público.

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