Esta versión china de Robocop se llama AnBot (“an” significa “seguridad” en mandarín), y ha sido desarrollado por la Universidad de Tecnología para la Defensa de la ciudad central de Changsha, en ese país asiático.

El prototipo se presentó en sociedad en una reciente exposición tecnológica en Chongqing, otra urbe del centro del país, informó hoy el diario South China Morning Post (Hong Kong).

Con un aspecto poco amenazante y que recuerda más bien al de una papelera, AnBot es capaz de buscar explosivos, armas y estupefacientes, sujetar a detenidos con una garra metálica o, incluso, inmovilizarles con una descarga de corriente eléctrica.

Sus diseñadores aseguraron al diario que el robot policial patrullará pronto en lugares públicos sensibles como bancos, escuelas y aeropuertos. Responsables del Ministerio de Seguridad Pública confirmaron que están “muy interesados” en AnBot, cuyo precio por unidad podría rondar los 100.000 yuanes (15.000 dólares).

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El robot puede moverse a una velocidad de hasta 18 kilómetros por hora, patrullar durante ocho horas seguidas, y está dotado con cámaras de reconocimiento facial.

Ante la posibilidad -aún lejana- de que policías robotizados patrullen las ya actualmente muy vigiladas calles chinas, algunos expertos han matizado que será necesario un constante control de estas máquinas por parte de seres humanos.

“En la vida real, podrían no funcionar adecuadamente sin ser guiados por un líder humano”, señaló al respecto el experto en inteligencia artificial Shi Zhongzhi, quien defiende la robotización de la seguridad pública pero aboga por que ésta no sea total.

Más críticas ante la idea se muestran organizaciones de derechos humanos como China Human Rights Defenders, que alertaron sobre el uso político que podrían tener estos policías robotizados en un régimen sin libertades como el chino.

“La continua interferencia política de los cuerpos de seguridad nos hace temer que estos robots se conviertan rápidamente en una herramienta de vigilancia orwelliana contra la población”, señaló al South China Morning Post Frances Eve, del equipo investigador de CHRD.

EFE

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