Para eliminar la grasa localizada en la zona del abdomen, expertos aseguran que el paso más importante es dormir bien, ya que a través del sueño el cuerpo se recupera, reduce los niveles de cortisol y la hormona del estrés, que están asociados con el aumento de grasa localizada, informó Washington Post.

El cortisol es una hormona que influye en el lugar en el que se depositará la grasa y también está relacionada con la ansiedad y los antojos de consumir alimentos azucarados o grasos.

Por eso, es importante que los adultos duerman mínimo 7 horas diarias, según Mayo Clinic, reduzcan los niveles de estrés y ansiedad y realicen actividades como yoga y meditación, que mejoran el sueño y ayudan a evitar el insomnio.

Además del sueño, expertos recomiendan hacer un total de 150 minutos de ejercicio cardiovascular a la semana y algunos ejercicios localizados con pesas y repeticiones, ya que esto ayuda a moldear los músculos y a mejorar el metabolismo.

Además, es importante tener en cuenta la alimentación para complementar el ejercicio y notar mejores resultados. La nutricionista Rebecca Mohning recomienda consumir más alimentos ricos en fibra, carbohidratos complejos como granos y vegetales y aumentar el consumo de agua para que el cuerpo esté hidratado.

Existen dos tipos de grasa que se acumulan en el abdomen: está la subcutánea que hace que se vean algunos ‘gorditos’, pero no causa daños en el cuerpo y la salud, contrario a la grasa visceral, aquella que rodea los órganos y resulta ser potencialmente peligrosa.

Las células de la grasa visceral elevan el nivel de hormonas en el cuerpo y pueden afectar los niveles de colesterol malo en el cuerpo, aumentando también el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón, diabetes y afectar el sistema inmune.

La cintura de los hombres no debe medir más de 1 metro y en mujeres no más de 88 centímetros, ya que un tamaño mayor podría indicar un aumento en el riesgo de sufrir alguna enfermedad mortal. Si se llegan a superar esas medidas se deben realizar exámenes que permitan identificar algún factor genético, hormonal o los niveles de estrés, que en algunos casos llevan a una alimentación poco saludable.

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