Eso estableció un estudio cuyos hallazgos fueron difundidos en el New England Journal of Medicine.

La investigación incluye a más de 1.600 hombres de entre 50 y 69 años, que acordaron ser asignados aleatoriamente a una cirugía para remover el tumor, la radiación para reducirlo o al monitoreo activo, un enfoque de esperar y ver.

Cerca de un 1% de los pacientes estudiados murieron en los siguientes 10 años de ser diagnosticados, “independientemente del tratamiento asignado, una tasa que fue considerablemente menor que lo anticipado cuando comenzó el estudio”, señaló el reporte, dirigido por Freddie Hamdy de la universidad de Oxford.

De los 1.643 hombres estudiados, 17 murieron de cáncer de próstata en la siguiente década a su diagnóstico, ocho de ellos en el grupo de monitoreo activo, cinco sometidos a cirugía y cuatro a radioterapia.

Los que fueron sometidos al monitoreo activo tendían más a sufrir de metástasis, cuando el cáncer se expande en el resto del cuerpo.

Sin embargo, la progresión de la enfermedad no tenía diferencias significantes en la posibilidad de morir de cáncer o de cualquier otra causa en los 10 años posteriores al diagnóstico, detalló el estudio.

En otro artículo del mismo diario, se determina que la extirpación de próstata tiene sus mayores efectos negativos en la función sexual y la incontinencia urinaria.

Aquellos que se sometieron a radiación tendían a experimentar más problemas intestinales.

“La función sexual parece ser mejor en el grupo de terapia de radiación”, dijo Louis Potters, director del departamento de medicina radiológica de Northwell Health en Nueva York, quien no participó en el estudio.

“A pesar de la alta prevalencia del cáncer de próstata como principal tipo de cáncer en los hombres, no ha habido un estudio reciente que haga una observación directa sobre la cirugía o la terapia de radiación” para evaluar los enfoques de tratamiento de esta enfermedad.

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