Según un estudio publicado en los Expedientes de la Academia Nacional de Ciencias, las células que se mantenían a una temperatura de 37 grados Celsius, similar a la del cuerpo humano, tenían más probabilidades de pasar por un proceso de apoptosis (en términos simples, autodestrucción), que aquellas almacenadas a 33 grados Celsius, similar a la temperatura promedio de las fosas nasales, donde normalmente los virus de la gripa atacan y se instalan.

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De acuerdo con un artículo del New York Times, si se parte del estudio anterior, las células infectadas con gripa tienen más probabilidades de sobrevivir en una temperatura relativamente más baja que la del cuerpo humano, contrario a lo que se pueda pensar.

Sin embargo, el artículo reconoce que 33 grados Celsius no es una temperatura baja, pero hay otros estudios que han estudiado la relación entre el comportamiento del cuerpo frente a la gripa y la temperatura ambiente y han demostrado que no necesariamente la gente se enferma más en condiciones de frío.

Por ejemplo, un estudio de 1958 les aplicó virus de gripa en sus fosas nasales a varias personas, luego las dividió en tres grupos y las sometió a temperaturas diferentes para ver cómo se comportaban sus cuerpos: un grupo estuvo a -12 grados Celsius, otro a 15 y otro a 26. En ninguno de los grupos la temperatura externa afectó realmente las posibilidades de contraer gripa.

Según el ‘Times’, las investigaciones arguyen que las bajas temperaturas que afectan al sistema inmune suelen referirse realmente a condiciones de frío extremo, más cercanas a la hipotermia que al frío común al que se enfrente una persona.

Además, la existencia de este mito contribuye a que la gente reporte más síntomas relacionados con la gripa, aunque realmente no esté infectada con estos virus, en temporadas frías que en temporadas de calor.

Una posible explicación al hecho de que se asocie la gripa con temporadas de frío puede ser que cuando bajan las temperaturas la gente suele congregarse más en espacios cerrados, lo que evidentemente aumenta la probabilidades de contagio que si se está afuera o en lugares abiertos.

Un ejemplo de ello son los buses de servicio público en ciudades como Bogotá, que en la madrugada o si llueve, llevan todas las ventanas cerradas.

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