Los medios informativos deben tratar de volver  a la base de la objetividad y la investigación, cuestionando e informando sin sesgos que son los que llevan a la apatía y polarización.

La postura periodística que los medios quieren vender luego del 2 de octubre, es llamativa. Todavía se juzga el plebiscito desde la perspectiva de “paz o guerra”, “uribismo y santismo”, cuando lo que se estaba votando era el contenido de los acuerdos de La Habana que prácticamente nadie leyó.

¿Por qué los medios siguen desinformando? ¿Por qué siguen trayendo al contexto nacional opiniones del extranjero desinformadas, y que probablemente ni leyeron o entendieron los contenidos? ¿Alguien se preguntó qué implicaciones tendría para el país la reglamentación de los acuerdos de La Habana con el actual poco confiable congreso, siendo tan complejos?

Este proceso entre gobierno y FARC se redujo a “santismo vs uribismo” y “paz o guerra” ¿Y del contenido de los acuerdos de La Habana, de 297 páginas más 106 de protocolos y anexos, quién se ocupó? Al final, lo que la Corte Constitucional dictaminó es que la votación era sobre el texto de los acuerdos, no sobre paz o guerra.

Durante el proceso de negociación y cuando fueron publicados los acuerdos, el periodismo poco hizo por analizar a fondo el contenido. Entrevistas, debates, artículos y columnas; todas encaminadas a tratar de incendiar con amarillismo el acuerdo en un “sí” o un “no”, sin mirar el contenido más allá de la generalidad de los puntos.

Me llama la atención que el periodismo ácido, investigativo y democrático nunca desmenuzó el acuerdo punto por punto, literal por literal ni cuestionó nada. La Silla Vacía hizo un esfuerzo, al menos, de presentar en qué puntos el gobierno cedió y en cuáles lo hicieron las FARC.

Sin embargo, el hecho de leer los puntos de los acuerdos y someterlos a escrutinio, no se hizo.  También en Pulzo.com se publicaron videos de Activo Legal para informar sobre los acuerdos, pero en ningún caso se entró en detalle del impacto fiscal, en democracia, de seguridad soberana,  seguridad ciudadana y retos de implementación.

Plantear que más de cinco millones de colombianos quieren la guerra, es un despropósito periodístico y ciudadano.  Además, si el 62 % de los colombianos aptos para votar no lo hicieron, es porque están cansados de “guerra o paz” y están desilusionados de la ausencia de liderazgo gubernamental que busque solucionar eficaz y eficientemente los problemas que sustentan la verdadera paz: justicia, salud, educación, trabajo formal. Estos puntos no requieren de un acuerdo, son los pilares de un país y una democracia, y que han sido desdeñados desde hace décadas por los gobiernos de turno.

El resultado del 2 de octubre  quiere decir que no todos los colombianos tragamos entero. Sin embargo, para que los colombianos estemos informados verazmente y con objetividad, es preciso contar con una verdadera labor periodística sin anexiones partidistas e ideológicas.

El periodismo debe ser ácido, pragmático y sobre todo, defensor de la democracia. Su compromiso es con el pueblo, es decir, con todos los colombianos.  Sobre todo, el periodismo debe vencer la tentación del amarillismo en asuntos de máxima importancia nacional.

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