Es un lugar común decir que en las sociedades desarrolladas el bien general prima sobre el bien particular y que a mayor nivel social tenga la persona, mayor responsabilidad con la sociedad.

También es sabido que eso no ocurre en Colombia, donde vivimos en el estado del sálvese quien pueda. Acá, quien tiene la oportunidad de sacar provecho aún pasando por encima de los demás (o especialmente si es pasando por encima de los demás) lo hace sin asco.

Hablo en general de todos nosotros. Colarse en una fila, quedarse en la mitad de un cruce bloqueando el paso de los demás o sacar provecho de nuestra posición para obtener algo es moneda diaria.

Ya hablando en concreto, me refiero al vicepresidente de la república, Germán Vargas Lleras. Ser el segundo del gobierno es todo un privilegio, pero acarrea de paso grandes cantidades de responsabilidad. De él sabemos que fuma en sitios donde está prohibido, y que su hermano, Enrique, tiene contratos con una EPS, lo cual representa un conflicto de intereses. Pero claro, es Colombia y acá no pasa nada.

Todo esto va a que salió una foto de la camioneta vicepresidencial andando en un carril exclusivo para Transmilenio. Hace ya unos meses había ocurrido lo mismo con el magistrado Fernando Castro Caballero, que invadió el carril exclusivo del sistema de transporte, argumentando que estaba enfermo.

Ni idea sobre las razones que tuvo el carro del vicepresidente para hacer lo mismo, el punto es que enfermos o sanos, retrasados o a tiempo, al resto de los ciudadanos nos toca andar por donde mandan las leyes y armarnos de paciencia y valor las calles bogotanas, que no es que sean muy amigables.

Vuelvo a los países desarrollados: allá los funcionarios suelen renunciar si los descubren haciendo algo indebido. En esta finca llamada Latinoamérica trabajar para el estado te da salvoconducto para hacer lo que se te dé la gana. Acá, cuando eres empleado público el país trabaja para ti y no al revés.

Esta semana salió la noticia de que el director de la Aerocivil, Alfredo Bocanegra, viajó en un avión de la entidad para ir a ver un partido de la selección Colombia en Barranquilla. El asunto está en investigación y según el funcionario, lo que hizo fue viajar en un jet privado de unos amigos de su infancia. La nave hace parte de una empresa que eventualmente podría ser vigilada por la Aerocivil. Es decir, no es tan claro que Bocanegra haya obrado mal, pero tampoco lo es que lo haya hecho bien.

Mientras esto se esclarece, tenemos al vicepresidente y su caravana obrando como si fueran taxistas: pasándose la ley por la faja y haciendo sus propias reglas. Lo que más aterra es que es muy posible que estemos hablando del próximo presidente de Colombia. Si hace este tipo de cosas en la calle, donde todos podemos verlo, no quiero imaginar de lo que es capaz de puertas para adentro en la Casa de Nariño.    

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