Cuando no soportas algo de otra persona, es porque te estás viendo en el espejo o porque ese otro se atreve a decir o hacer algo de lo que tú no te sientes capaz.

Me explico.

No me entra la gente manipuladora porque, además de que no me gusta que me confundan hasta llevarme al punto donde el otro quiere, yo intento llevar las situaciones al punto donde me convienen con el fin de obtener lo que deseo.

Critico a los que se va de fiesta porque yo quisiera que me gustara, pero la verdad es que llega el viernes y quiero un plan calmado o simplemente quedarme en casa. Aunque la verdad es que me encantaría irme de juerga y volver la mañana del sábado a casa en malas condiciones.

Y así, asuntos serios y banalidades, podría hacer una lista de cosas que quisiera que estuvieran en mi vida o que fueran solo mías, pero que cuando alguien más las tiene me dan contrariedad. Se llama envidia, pero también se puede decir que soy un reprimido. Como todos, como Uribe.

Una de sus expresiones más famosas es esa que dice que hay que aplazar el gustico, que no es otro cosa que no tener sexo sino hasta después del matrimonio, ya que sería pecado.

Yo no estoy de acuerdo con el asunto, más bien soy partidario del sexo prematrimonial, pero cada quien es libre de hacer con su vida lo que quiera. Lo que sí suena raro es decir una cosa y hacer otra. La semana pasada se casó Paloma Valencia, que es Uribe hecha mujer, con tres meses de embarazo.

Entonces, la alumna más avanzada del expresidente no aplicó uno de los consejos de su líder, que estuvo en la ceremonia y hasta tuiteó al respecto, diciendo que Valencia era una admirada senadora. Podrá serlo, pero esa no es la cuestión. El punto es que no aguantó no darse el gustico, como mandan los defensores de la familia y las buenas costumbres. Y fijo no quedó embarazada en el primer polvo.

Uribe se queja de que con los acuerdos de paz se está entregando el país a las Farc, y que con delincuentes no se negocia, pero él mismo estuvo en el pasado dispuesto a negociar con el grupo guerrillero, jugada que no le salió. Como ahora es otro el que está en el proceso de paz, él se opone.

Igual con lo de los manuales de convivencia. Él y sus seguidores han dado guerra con el asunto y se han opuesto a la educación de género, pero ya se supo que durante su gobierno se hicieron cartillas similares donde se afirmaba que había tres sexos (hombre, mujer e intersexual), y que sexo, identidad de género y orientación sexual eran tres cosas diferentes.

Habla también de paz sin impunidad, pero varios de sus copartidarios se fueron del país para no enfrentar a la justicia, y hoy da la lucha porque la campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga fue infiltrada, pero durante su gobierno el DAS chuzó a medio país.

Otra vez, no hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace y las cosas son aceptables si viene de él porque es en busca de un bien mayor, pero si las hacen los demás, está mal. Se cae de su peso pero no sobra aclarar: ser hipócrita, espiar a los demás y quebrar la ley está mal hecho, venga de quien venga.

Ahí están Viviane Morales y José Darío Salazar, ninguno de los dos es uribista, pero son ejemplos que caben en este espacio. La primera promovió un referendo en contra de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, pero tiene una hija lesbiana; el segundo está en contra del aborto y de las parejas homosexuales, pero hace unos años se supo que manejaba un motel que no estaba a su nombre sino de un pariente. Hasta donde sabemos, a los moteles la gente no va a rezar.

Predicar y no aplicar, ganas de joder, de sabotear, de castigar a los demás para no castigarnos a nosotros mismos. Ego, soberbia, rabia, querer armar problema porque sí; llámenlo como quieran. La coherencia en el discurso es uno de los bienes más valiosos que una persona puede tener y son pocos los que llegan a adquirirlo.

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