El beneplácito parcial colombiano será la formalidad política que avale la firma del Acuerdo de La Habana por Juan Manuel y ‘Timochenko’. Las Farc son nuestros mejores nuevos amigos, tienen intenciones honestas y desinteresadas como lo plasma el Acuerdo de La Habana, y solo han pensado en el bienestar de todos los colombianos desde que fueron fundadas. Recuerden que aprobando los Acuerdos de La Habana, la paz será un hecho mágico sin igual en el mundo, como lo ha expresado el presidente en la ONU, secundado por una ovación sin par en la historia.

Hay que creer el Ejecutivo, Legislativo y Judicial honestos, eficientes y eficaces que han demostrado, una y otra vez, que en todas sus acciones y decisiones priman los intereses de los colombianos. Son una garantía en la inmaculada reglamentación de 297 páginas de Los Acuerdos de La Habana más sus anexos.

Podemos estar confiados en la democracia en la nueva Colombia en paz con un Sistema de Alerta Temprana (punto 2.1.2.1 Acuerdo de La Habana), que el Estado debe financiar. Avalemos que los ciudadanos que no se ajusten al nuevo orden sean sometidos a “sanciones más duras que las actuales”.

Con la transparencia de este gobierno responsable y desinteresado, flanqueado por la pulcra jurisprudencia y legislatura de nuestros honorables padres de la patria, podemos confiar en la nueva democracia participativa para el desarrollo de Colombia de las nuevas generaciones con la reglamentación de los acuerdos.

Casos como el del Leopoldo López en Venezuela bajo el yugo del bolivarianismo, está lejos de ocurrir acá, gracias a nuestro confiable sistema republicano sin tacha.

El confiable aparato del Estado y los comités que organicen las Farc  combatirán la corrupción y desmontarán todas las organizaciones criminales, incluso aquellas que se atrevieron, y atrevan, a oponerse a las Farc y sus allegados; y de tal modo van a brindarnos una democracia y un país próspero sin par en el mundo con un proyecto de Estado modelo Siglo XXI que ha sido todo un éxito.

Sí, hay que pagar más impuestos, aceptar alguna que otra expropiación (punto 1.1.1 del Acuerdo de La Habana), y sacrificarnos con alguna que otra injusticia menor por un acuerdo imperfecto; todo es por la paz. Igualmente, es responsabilidad hacer la paz con las Farc pero luchar militarmente contra las organizaciones paramilitares y demás que las hayan afectado de cualquier forma. Pero es un acuerdo imperfecto, una paz por una guerra (punto 3.4 del Acuerdo).

¿De dónde sale la plata para toda la implementación del Acuerdo que es 100% responsabilidad del Estado? Algunos pesimistas se preguntan. La respuesta es simple: eso qué importa, ya tenemos un déficit fiscal de más del 50% del Producto Interno Bruto, para eso viene la justa y equitativa reforma tributaria, y más deuda externa onerosa adquirida solo para la paz. Además, en una clara sincronía, para el 2017 la inversión fue reducida por nuestro responsable gobierno.

A las Farc no podemos exigirles que aporten financieramente, porque ya es suficiente con que no nos maten, secuestren o extorsionen ¿Cómo les podemos exigir más? Tampoco les podemos exigir que entreguen las armas que no están en Colombia y tampoco lo harán voluntariamente. Las Farc, indefensas con la “dejación”, necesitan un aparato de seguridad especial que organicen ellos y financie el Estado, y éste no podrá ingresar en Zonas Veredales Transitorias de Verificación ni a los Puntos Transitorios de Normalización, y tampoco hacer vuelos militares sobre esas zonas bajo los 5000 pies de altura.

Es un justo esfuerzo de sacrificio de soberanía y seguridad nacional por la paz (numeral d del punto 2.1 de Anexos al Acuerdo).

Para tener perspectiva de paz en Colombia bajo la lupa del Acuerdo de La Habana, basta recordar de forma reconfortante la alineación de las políticas actuales de Santos con las de apaciguamiento que tuvo el primer ministro británico Neville Chamberlain (1937-1940).

Con el fin de evitar una guerra con Italia y Alemania, Chamberlain aceptó las anexiones de Abisinia, Austria y los Sudetes, y aceptó la ascensión al poder del general Francisco Franco en España.

Firmó un acuerdo de paz con Adolfo Hitler “Paz para nuestros tiempos”. Tanto éxito tuvo su política de concesiones y apaciguamiento, que solo se produjo una pequeña guerra mundial entre 1939 y 1945. Los Acuerdos de La Habana con las Farc se parecen a la política de Neville y conjuga la filosofía de Joseph Göbbels: “más vale una mentira que no puede ser desmentida, que una verdad inverosímil”.

Yo me quedo con la verdad inverosímil, pues seguimos siendo colombianos.

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