Cualidades literarias a un lado, un tío decía que García Márquez no se había inventado nada y que su acierto había sido coger todo lo que pasaba en Colombia y exagerarlo en sus libros. Aún así, ni toda la maestría del escritor habría alcanzado para narrar lo que está pasando. Usted le hubiera pedido al de Aracataca que se inventara la situación más absurda que pudiera imaginar y no se la habría ocurrido esto.

Primero, meses de campaña negra, manipulaciones declaraciones destempladas y marchas por la familia, Que si se impone el Sí todos nos vamos a volver maricas y ateos, pero que si gana el No la guerra va allegar a la puerta de su casa. Los del Sí, seguros de su triunfo, pero el No ganando por poco, causa de muchos errores, entre ellos politizar el asunto.

Pero no solo eso. En todo este proceso las víctimas y victimarios de la guerra,  verdaderos protagonistas del asunto, aparecieron apenas como actores de reparto. Siente uno que esta decisión se tomó sin tenerlos demasiado en cuenta. Esto se volvió más bien una lucha por ver quién tenía la razón y no como un acto de reconciliación entre personas que piensan diferente.

Ahora lo que hay es lo mismo de siempre: improvisación, lavada de manos e incertidumbre. Nadie sabe bien qué  está pasando ni cómo salir del lío en el que nosotros mismos nos metimos. Ahora los del No dicen que ellos no tienen por qué ocuparse de dar alternativas, y tienen razón, pero no del todo. Ellos solo votaron ejercieron un derecho, pero cuando usted no quiere algo, también debe decir entonces qué es lo que quiere, a ver si se le da gusto.

Muchos de los que votaron por el No dicen que lo hicieron porque no estaban de acuerdo con el documento final de la paz, no porque siguieran a Uribe. Y es posible, pero que el expresidente haya dedicado meses a bombardear el proceso hace pensar que mucho tuvo que ver. Eso es como decir que uno cree en Dios pero no en la Iglesia, cuando fue la Iglesia la que nos metió la idea de dios que tenemos hoy.

Uno mira bien y mucha gente que votó por el No lo hizo para no perder sus privilegios, para seguir siendo una sociedad de derecha, heterosexual y católica. Ahora que Santos dice que el 31 de octubre se acaba el cese al fuego, todos, los del Sí y los del No, estamos apretando culo.
Es por episodios como este que me resisto a ratos a la democracia, aclarando antes que no creo que exista un mejor sistema político.

Pero cuando absolutamente todo el mundo opina es que se forman problemas. Nadie tiene la autoridad moral para decir quién vota y quién no, quien puede decidir y quien debe abstenerse, pero es claro que decidir el curso de grandes causas (y de pequeñas también) implica responsabilidad y conciencia, y muchos, probablemente la mayoría, carecemos de dichas características. Uno no puede, por ejemplo, oír reguetón y al mismo tiempo creer que tiene la madurez necesaria para votar.

A usted le puede doler lo que está pasando en el país. pero tiene algo de bello: retrata perfecto a los colombianos. Todo habla de nosotros, de nuestra inmadurez y la poca capacidad de pensar en los demás que tenemos. Encima, cada vez es más evidente que esto no se trata de la paz sino de un tema personal entre Santos y Uribe. Y en la mitad de ellos, todo un país al que se han llevado por delante.

Ignoro si será este el peor momento de la historia de Colombia, pero seguro es el más ridículo. No se veía un papelón así desde que el Titanic, el barco que no se podía hundir, se hundió en su viaje inaugural. O si se quiere usar un hecho más reciente que todos conozcamos, desde que Real Madrid le hizo ocho a Millonarios.

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