Las llamadas várices que afectan a un buen grupo de personas, incluyendo a deportistas, se localizan preferentemente en las piernas. Generalmente se deben a fallas en la circulación de retorno o venosa que recoge la sangre utilizada por los tejidos del cuerpo. Los “tubos” venosos de mayor tamaño tienen unas válvulas que ayudan a bombear la sangre “sucia” o desoxigenada hasta el corazón.

Cuando no realizan bien su trabajo hablamos de “insuficiencia venosa”. Se da más en mujeres, en tiempo caluroso y en individuos que permanecen mucho tiempo de pie a lo largo del día. Muchas veces son asintomáticas (no fastidian) y no hay que darles importancia, pero a veces molestan con cierta pesadez en las piernas, tensión, hormigueo, dolor e incluso escozor y prurito (rasquiña).

Estos trastornos se manifiestan casi siempre después de una prolongada bipedestación (estar de pié mucho tiempo) y tienden a desaparecer con el reposo y manteniendo las piernas un poco elevadas. Si se mantienen las molestias y el aspecto externo es cómo de cordones azulados y consistencia blanda, pueden derivar a color violeta oscuro e incluso convertirse en úlceras varicosas que se pueden presentar por el rascado, golpes o roces.

El tratamiento de las várices de orden médico tienen unas indicaciones especiales en cada caso dependiendo del grado en el que se encuentren. En los estados de grado I y II que son la mayoría de los casos con manifestaciones leves y moderadas, también se indica la terapia física.

El ejercicio físico es esencial para estos pacientes y estaría contraindicado en muy pocos casos. El objetivo es fortalecer la musculatura de los miembros inferiores para estimular un mayor bombeo de la sangre especialmente en los músculos de las pantorrillas.

La caminata y el trote son excelentes opciones y totalmente compatibles dentro del tratamiento y control. Dependiendo de las condiciones de cada paciente, se recomiendan en promedio entre 30 y 40 minutos de marcha fácil.

Una vez acondicionado se pueden realizar entre 20 y 30 minutos de trote suave. En todos los casos al menos (para resultados evidentes) tres sesiones por semana, idealmente cuatro, ya que se trata de mantener un peso adecuado y de estimular la circulación general.

Pero se tendrán que realizar también otros ejercicios como movilidad de tobillos con rotaciones a modo de bombeo. Así como suaves maniobras de masaje de vaciado venoso al terminar una carrera o caminata. Una vez por mes hacer trabajo en agua como nadar o caminar en una piscina. Se puede complementar la terapia con trabajo con bandas que lo puede dirigir un instructor, un profesional de fisioterapia o educador físico.

En casos más complicados como várices grado III (que son una minoría) el tratamiento corresponde al manejo de un especialista como cirujano vascular.

Lo cierto es que el ejercicio físico reviste gran importancia en el control de las várices; es un complemento fundamental para un tratamiento adecuado, eficaz y con resultados a largo plazo.

LO ÚLTIMO