Apenas meses atrás, Colombia enfrentaba a Chile en Chicago por una semifinal de la Copa América de Estados Unidos, y un invitado especial estaba en la tribuna: el técnico brasilero Adenor Leonardo Bacchi.

Bacchi, poco más conocido como Tite, había recibido las ruinas de Brasil, un rascacielos colapsado por los estragos de la dolorosa caída en el Mundial 2014 —en casa— y los fracasos en las Copas América de 2015 y 2016.

La reconstrucción debía ser total, así que Tite partió de los cimientos: respaldó la sólida base de Rogério Micale en la selección Sub-23 y consiguió —como supervisor— una medalla de oro que trajo consigo el respaldo de los medios de comunicación, incinerado por Dunga.

Reconstruir la autopista a Rusia era un reto mayor. Con los terremotos desde Chile y Ecuador, y tsunamis desde Uruguay y Argentina amenazando la obra, sacar a Brasil del sexto lugar de la tabla parecía una hazaña. Cuatro fechas después, la pentacampeona del mundo llegó a la punta de la tabla de posiciones y recuperó el ‘jogo bonito’ de sus jugadores.

Con Dunga, Neymar tenía que centrar y correr a cabecear, debía ser capitán y jugar por los once. Era insostenible. Tite lo escuchó y le quitó el peso de la capitanía, le dio a Coutinho un lugar que pedía a gritos con sus actuaciones en Liverpool y encontró en Gabriel Jesus un socio confiable. Con un equipo a su alrededor, el ’10’ volvió a disfrutar el juego y a ser letal.

Con su grupo de obreros consolidado, el osado arquitecto
decidió cimentar su gran obra en el terreno más difícil de su país: la cancha del estadio Mineirão, donde una máquina alemana derrumbó con 7 golpes la obra de Luiz Felipe Scolari dos años antes.

El rival escogido para probar la resistencia fue la Argentina de Edgardo Bauza —que también completaba su quinto partido al mando—, la de Messi, la mejor selección del mundo en la actualidad, según la clasificación mundial de la Fifa.

Al otro lado de la frontera, Argentina se hunde sin remedio. El ‘patón’ Bauza debutó con un triunfo, le siguieron dos empates y luego dos derrotas.

La crisis que viene desde la misma AFA (Asociación del Fútbol Argentino), no exime a genios como Messi, Agüero y Mascherano, los mejores músicos de una generación que llega a su ocaso sin títulos; y Bauza, que no es culpable, tampoco parece ser el capitán que los argentinos esperan para rescatar el barco.

En el superclásico de América, la obra de Tite no solo hundió el barco de Bauza, con tres goles, sino que recuperó el apoyo de una hinchada que se silenció en las mismas gradas, durante el inolvidable ‘Mineiraço’.

Hace 8 meses, el mundo se preguntaba:

¿Brasil clasificará al Mundial Rusia 2018?”

Tite cambió los interrogantes por signos de admiración.

LO ÚLTIMO