¡Buenas las tengan! Finalmente, después de tantos años en La Habana y de gastos en viáticos en hoteles, comidas pantagruélicas (porque en Cuba los únicos que comen langosta son los turistas, los Castro y los de la comisión de diálogos de paz) y ¿por qué no? una que otra copita de ron o un whiskacho , el gobierno y las Farc anunciaron el acuerdo de cese al fuego bilateral definitivo y la dejación de las armas.

La idea es que se van a designar veintitrés puntos territoriales y ocho campamentos para que lleguen allí todos los frentes insurgentes y en un lapso de seis meses entreguen su armamento y puedan incorporarse a la vida civil.

Yo creo que cualquier colombiano que se precie de serlo, debe estar alegre ante cipote noticia. Que finalmente las Farc acepten y se sometan a la decisión de la corte constitucional en lo que se refiere al mecanismo de participación para refrendar lo pactado en la Habana, ya es un avance.

Además aceptan las zonas veredales como espacios transitorios y no como zonas de despeje para dialogar que a la larga terminaban en territorios para delinquir y para aumentar su poder armamentista. No, esta vez el talante de las Farc y del gobierno es de salir de una vez por todas de este conflicto que ha hecho mella (cual tisis) por más de 50 jijuepuercas años.

Por supuesto que esto no es ningún cuento de hadas. Las cuentas y las caletas repletas de millones de dólares de la cúpula de las Farc que obtiene por delitos como el narcotráfico y la minería ilegal, esas no van a entrar en la mesa de negociaciones, pero claro que no.

Parece ser que Timochenko y su combo necesitan esa plata, ahora que se van a lanzar a la política, para mandar a plottear los avisos, imprimir panfletos, mandar a hacer las camisetas y las gorras con el logo alusivo del partido, en fin.

Sumado a esto, de los aproximadamente ocho mil hombres con que cuenta las Farc, actualmente,  mucho menos de la mitad va a lograr integrarse a la vida civil. En su mayoría los milicianos van a terminar llenando las filas de otros grupos insurgentes como las denominadas bandas criminales (Bacrim).

Asimismo muchas de las víctimas que ha dejado esta guerrilla nunca van a ser compensadas gracias a la amnistía conferida por el gobierno y al inexistente tiempo de privación de la libertad que van a pagar los comandantes de la cúpula de las Farc.

Esto y mucho más es indiscutible. Pero elijo un escenario como este a una guerra fratricida perpetua. ¡No más señores, de guerra estamos hasta la mitra!

Prefiero ver a Timochenko y su cúpula haciendo política tratando de revivir ese comunismo romántico de los sesentas donde los ideales de igualdad, equidad y justicia terminaban en ideales de dictadura, opresión y desabastecimiento (tantos años en el monte les sancocharon los sesos).

Aunque sean tan solo unos cuantos hombres desmovilizados, estaremos garantizando que salgan del conflicto y pasen a la vida civil. Es un avance pírrico, pero avance al fin y al cabo.

Es necesario, del mismo modo, que nos preparemos como sociedad para acoger y recibir  a todos esos parientes que van a hacer sus vidas lejos de las armas.

El ejemplo que más me indigna es el de la holandesa Tanja Nijmejer, ¿qué se puede decir de ella? Que se equivoca de cabo a rabo. Que está en una guerra que no le incumbe, que es asombroso que el tedio y la falta de centros comerciales en Holanda sea tal que el único entretenimiento  que ella encontró fue el de venir al país a echar bala en el monte.

Que a su familia le faltó correa y chancleta para domar las ínfulas de revolucionaria cubana de los años sesenta. Pero desde el fondo de mi corazón, Tanja, la perdono y espero que nunca vuelva a matar a ninguno de mis hermanos ni con una AK o con una .50, le imploro no vuelva a poner ninguna mina y nunca se le vuelva a ocurrir accionar un mortero, con de nada por favor!

El camino todavía es largo y destapado. Son muchos los actores del conflicto que transverberan nuestro país. También son muchos los interrogantes que se tejen alrededor de este proceso de paz.

De lo único que tengo certeza es que elijo la paz; que es suficiente la sangre que ha llenado el pozo de Aqueronte en nuestro territorio y que la única opción sensata que existe es la del perdón y la reconciliación.

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