Por Leopoldo de Quevedo y Monroy.

El arte nace de la mano y la imaginación de los seres humanos. Salta a la mente cuando a sus neuronas les llega un hálito de luz suprema. Toma, entonces, alguien la paleta con pinceles y colores o el cincel y golpea la roca o el hilo endeble y teje mariposas sobre la tela. Poco a poco va dando forma el artista a su soberana inspiración y deja plasmada su obra encima de una piedra o ras del lienzo o sobre un pedestal y se ilumina un poco más el universo.

El arte es creación y tiene un origen sagrado y un dueño. Una obra no llega al mundo por el impulso de una ola en el mar o por el mandato de un genio escondido en una redoma. La obra tiene la firma de su autor y el sello de su genio. Una vez que sale de su mano sigue, como un radar, emitiendo su nombre y pregonando una autoría.

Lo ocurrido en la  mañana del sábado 11 de junio en la emisora madre de La W es lamentable. Una comentarista muy light ante la noticia que dieron sobre una obra de Botero expuesta en público en Bucaramanga dijo que una obra que se exponía en público y salía de las manos del autor ya no era de él y podía ser intervenida.

La noticia era que a una escultura de uno de nuestros máximos exponentes del arte en Colombia le habían pintado las uñas de color rojo. Ella con desparpajo soltó esa perla.

“Qué tal esto”, como repite una sección en el Noticiero Noticias Uno. El oficio de un periodista es utilizar bien el idioma, exaltar los valores universales, defender el patrimonio patrio y ajeno, conceder el valor al arte y su autor y orientar a la opinión. No debiera tener en su mano el micrófono quien no entiende este mínimo papel del periodismo.

¿Cómo así que nadie puede exponer en una galería de arte como obra propia o que Botero por el hecho de donar una de sus mujeres de ébano, La Gorda del Parque San Pío, para que luzca en medio de una calle pierde su autoría? ¿Y que deberán saber o suponer que sus obras ya no apócrifas y quedan expuestas – no a la admiración sino al pillaje – porque ya salieron de su casa?

Cierto que La Piedad de Miguel Ángel fue mutilada y que han ocurrido hechos de vandalismo aquí y allá. Pero esas excepciones desafortunadas no dan pie para que personas ilustradas saquen tal conclusión tan desorientadora en una emisora de abundante sintonía.

Cuando una novela o una pintura o un cuento o el Cantar de los Cantares salen del calete de su autor podrán ser alabadas o criticadas, – más no plagiadas ni quemadas en público ni cambiadas al gusto del inescrupuloso, como ocurrió con Fray Luis de León que fue encarcelado o ahora Botero al que metieron uñas en su obra.

Nota: Las opiniones expresadas solo comprometen a su autor y no pueden considerarse una posición oficial de Pulzo.com.

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