En la primera, un niño cae en la jaula de un gorila en vías de extinción en el zoológico de Cincinnati, Estados Unidos. Sin pensarlo 2 veces, los guardias matan al primate para salvar la vida del menor. Al explicar su polémica decisión, dijeron que habían optado por no disparar una droga tranquilizante porque el tiempo que hubiera demorado en actuar era un riesgo para el menor, que fue rescatado sin lesiones. Expertos en comportamiento animal creen que fue innecesario el sacrificio porque no estaba en actitud agresiva y dañar al niño iba contra sus propios instintos.

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En la segunda escena, en un video de cámaras de seguridad suministrado por la Fiscalía, un niño es sujetado y arrastrado por ‘sayayines’ (la fuerza armada al servicio de las mafias conformada por expolicías y exparamilitares, entre otros) en la calle del Bronx en Bogotá, para ser castigado por, supuestamente, haber robado un pan. El video había sido grabado hace 3 meses. No se sabe qué ocurrió con el niño. A diferencia del gorila, aquí era clara la intención agresiva de los ‘sayayines’. Y lo que ya se sabía del Bronx hace temer lo peor.

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En un aberrante contraste con la reacción en el zoológico, en el Bronx de Bogotá las autoridades no hicieron nada, aunque la retención de un menor (¡uno solo!) habría sido razón suficiente para haberse tomado ese tenebroso sector de inmediato. Y sabemos que no era el único, aunque no haya video.

¿Cuál es el argumento para no haber intervenido en el Bronx? ¿Que haberlo hecho habría dañado el acopio de pruebas para procesar a los responsables del caso u otras investigaciones en curso? ¿Que era un ‘simple’ niño indigente? ¿Que el ICBF no podía actuar porque estaba muy ocupado tratando de explicar la muerte de niños por desnutrición en La Guajira? ¿Que era un adicto, un ‘desechable’? ¿Que no le importaba a nadie? ¿Que no era relevante social ni mediáticamente? ¿Que no tuvo la fortuna de llamarse Salud Hernández?

La alusión a Hernández no es gratuita. El operativo en el Bronx coincidió con la ‘retención’ de la periodista por parte del Eln, y el llamado que hizo ella después para que el Estado y la sociedad hicieran por los demás secuestrados el mismo esfuerzo que se hizo por su liberación. El niño arrastrado en el Bronx también fue ‘retenido’ contra su voluntad. ¿Será que si se hubiera llamado Salud Hernández, el Gobierno habría tomado el Bronx inmediatamente?

Ante la eventualidad de que la razón hubiera sido proteger alguna investigación y la recolección de pruebas, nada más reprobable que poner en peligro la vida de los niños. Pero la Policía nos ha acostumbrado a eso: solo basta recordar los videos de sus largos operativos para capturar bandas de atracadores en la Avenida Circunvalar, la Avenida de las Américas y el Parque Tercer Milenio, de Bogotá, en los que era obvio el peligro en que estuvieron las víctimas. Pero en el caso de el Bronx hay una pequeña diferencia, tan pequeña que se llama ‘niño’, y había que protegerlo.

Se puede argumentar que la perversidad no corre por cuenta de los uniformados, sino de un sistema de justicia que pide este tipo de pruebas.

Como de costumbre, la difusión de estos videos (en la cadena informativa de siempre: Policía-medios-audiencias) en el fondo no contribuye a solucionar los graves problemas que aquejan a la sociedad, sino a mostrar la versión oficial y a destacar la forma en que actúan, literalmente, las autoridades. Prueba de ello son los recurrentes ‘informes’ de reporteros que se centran en detallar, con base en imágenes suministradas por esas mismas autoridades, la forma en que se infiltraron los policías, la cantidad de uniformados que intervinieron en la acción o las avanzadas herramientas tecnológicas empleadas (armas, equipos, etc.), sin cuestionar por qué se actuó hasta ahora a sabiendas de que había vidas humanas en grave peligro.

En otras palabras, la perspectiva sobre un problema, o el punto de vista sobre el mismo, que reciben las audiencias es la que construyen las autoridades, con lo que reducen al máximo el margen de crítica sobre ellas. Y la tarea la terminan de hacer los medios que, acríticos, difunden la versión oficial apenas maquillada con técnicas periodísticas que la hacen ver como ‘primicia’, ‘veraz’, ‘objetiva’, ‘equilibrada’…

Precisamente, el afán por destacar detalles triviales de la acción policial, insignificantes frente a la magnitud y gravedad de la problemática (no se puede olvidar la imagen del niño maltratado por los ‘sayayines’), hizo que pasara casi desapercibida la delicada denuncia del director nacional del CTI, Julián Quintana, en el sentido de que el operativo en el Bronx no se había hecho antes por la infiltración (de estas mafias) dentro de la Policía y la Fiscalía, lo que llevó a ejecutar la acción con “personal de fuera de Bogotá”.

Así parece que gran parte de la respuesta para que el Gobierno haya actuado hasta ahora en el Bronx está en la corrupción rampante dentro de la Policía, a la que parece que ya estuviéramos acostumbrados.

Pero gran parte de la respuesta no significa ‘toda’ la respuesta. Extrapolando la sugerencia de Salud Hernández de que hay secuestrados de primera y segunda clase (de hecho, al comienzo los otros periodistas ‘retenidos’ fueron tratados como de segunda clase)… lo que pasó en el Bronx demuestra que hay ciudadanos hasta de quinta, que no le importan a quienes dicen representar al Estado… y lo que es peor: niños de quinta.

Fue necesario que medios como CityTV contaran la romería de adolescentes (hombres y mujeres) al Bronx para consumir droga y prostituirse, para que las autoridades reaccionaran sobre algo que venía ocurriendo hace años, y que no se solucionó a pesar de la cantidad de operativos que ya se han hecho en el sector. Tan aberrante es, que el portal Las2orillas publicó el relato de una estudiante en prácticas (probablemente de trabajo social) que narraba cómo ya hace 3 años había, literalmente, adolescentes esclavas sexuales, que eran abusadas incluso por policías.

Hasta el asesino serial conocido como el ‘Monstruo de Monserrate’ hace años cazaba a sus víctimas adictas en el Bronx.

El presidente Juan Manuel Santos dio pistas para la explicación que globaliza la respuesta de lo que pasó en el Bronx, al comparar al Catatumbo, región en la que fue ‘retenida’ Salud Hernández, con este sector bogotano: lo que falta es Estado, pero sobre todo –y eso no lo dijo- voluntad política para hacerlo llegar.

Si no hay de eso, el Bronx puede convertirse en una muestra gratis de lo que le espera a Colombia en el posconflicto: muchos Bronx. Con todo y ‘exguerrilleros sayayines’.

Mientras tanto, que sean unos periodistas y policías los que deban estar en el foso de los gorilas. Temo por la suerte de los gorilas.

Nota: Las opiniones expresadas solo comprometen a su autor y no pueden considerarse una posición oficial de Pulzo.com.

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