“Los ambientalistas extremos versión Vlll”, en palabras de Ramiro Bejarano, son aquellos promotores de las consultas democráticas sobre los territorios donde la gente tenga derecho a decidir y que posteriormente asumen una posición en contra de la economía extractivista, es decir demócratas.

Las consultas son una manera pacífica de resolución de conflictos. De otra manera no participativa estaríamos aunando en nuevas tragedias. Es el caso del informe del Greenpeace (autoridad ambiental internacional) titulado ‘Conflictos y medio ambiente del año 2014’, que expresa la situación que vivieron las comunidades Ogoni en el África en inicios del presente milenio, cuando ejercieron una fuerte oposición a las operaciones de extracción de petróleo y gas, ya que sus territorios sufrieron una contaminación masiva y perdieron sus medios de subsistencia a causa de La multinacional Royal Dutch-Shell.

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En represalia, la empresa actuó como los ambiciosos, suministrando armas y  transporte a las tropas militares nigerianas para reprimirlos; permitió que sus predios se utilizarán como zonas de preparación para los ataques en contra de los Ogoni, y proporcionó alimento y pagó a los soldados.  Al final la compañía terminó siendo acusada con los delitos de cómplices de tortura, asesinatos extrajudiciales y otras violaciones (casos similares han sido fallados en nuestro país).

Igualmente, el informe establece que  numerosas ocasiones la actividad de las mutinacionales deja un rastro de contaminación de las aguas, los suelos y el aire, la alteración o pérdida de flora y fauna, o graves alteraciones paisajísticas. Las empresas del sector extractivo y la energía son las que causan más daños al medio ambiente. En muchos casos, sus actividades de exploración, explotación, transporte, etc; causan graves desequilibrios medioambientales, a veces irreversibles. Además, en muchas ocasiones usan en los países del Sur unas tecnologías y un know-how que hace tiempo que han abandonado por obsoletas en sus países de origen.

Hacia la democracia ambiental debe ir el país que se prepara para la paz. Esta implica respetar la decisión de la ciudadanía en sus territorios donde se juegan la salud humana, el agua, y a fin de cuentas la vida. Solo de esta manera  podemos forjar un futuro con desarrollo a nuestra medida, donde el ser humano y los ecosistemas esten por encima del capital. 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

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