¿Señor quiere un pitillo? pregunta el mesero, después de poner la bebida sobre la mesa. Parece algo trivial que, sin embargo, tiene un alto impacto en la naturaleza, en el medio ambiente.

Esos pequeños elementos plásticos que se han vuelto cotidianos, que le dan una especie de estatus a los restaurantes, generan un daño al ambiente de gran medida. Su excesivamente lenta descomposición hace que se conviertan en un gran contaminador del medio ambiente.

Además de estos elementos, el plástico está presente en todas las actividades del ser humano. Las bolsas para empacar en tiendas y supermercados, los empaques de alimentos, los platos y vasos de las fiestas, tanto infantiles como de mayores, y elementos como cuchillas de afeitar y electrodomésticos, están fabricados de esta sustancia que resulta de los procesos de refinación del petróleo.

Y mientras los desperdicios humanos, que se concentran en los botaderos, día tras día, se convierten en montañas de basura, a lo que se suma que buena parte de esos materiales permanecerán allí durante cientos o miles de años.

Por eso miro nuevamente al mesero y ese pequeño pitillo que me ofrece; y decido que así sea una mínima expresión en pro del ambiente, no voy a aceptarlo. Como tampoco las miles de bolsas que pasan cotidianamente por nuestras manos.

Aunque ha pasado un poco desapercibido, el presidente Santos lanzó hace pocos días una campaña para prohibir el uso de bolsas de pequeño tamaño. Además se ha promovido la reutilización de estos empaques y productos. Algunos almacenes, por ejemplo, están cobrando por los empaques plásticos, mientras que otros venden bolsas o maletas de tela, reutilizables, para que allí se lleven los alimentos y productos de las tiendas.

Otra medida es el símbolo de reciclaje, que está presente en las cajas de cartón y en las latas de aluminio. Y que ha venido dando especial valor a eso que antes era visto como basura.

Por eso, aunque considero que en nuestro medio, en nuestra sociedad, no es tan clara esta mentalidad “conservacionista”, el mundo sí lucha por evitar que lleguen a los basureros este tipo de productos que podrían, de manera relativamente fácil, ser reutilizados.

Y como un ejercicio de moda, nuestro presidente pone a sonar uno u otro tema. Así, al nombrar como ministro de  ambiente a un afro colombiano, que de forma irónica es un ingeniero de minas, hace que el tema ambiental quede en el primer nivel de las noticias y la discusión cotidiana.

Este ministro que viene del departamento del Chocó, y extrañamente de un lugar caracterizado por la inclemente explotación minera, tendrá que proteger hermosos lugares como el valle del Cocoro en Quindío, donde han puesto sus ojos las mineras multinacionales.

Y aunque ocupa tan solo breves segundos en las noticias, escuché por casualidad que, el partido verde, en cabeza del senador Antonio Navarro Wolf, propuso una ley que crea un impuesto a las bolsas plásticas, dinero que se utilizará para patrocinar a estudiantes de bajos recursos, que quieran adelantar carreras ambientales.

Y cada día esa especie de enemigo oculto sigue atentando por el cada vez menor espacio verde de nuestro planeta. Se ve difícil y distante el día en que el ambiente pueda ganar esta batalla. Si antes se hablaba de un planeta verde, donde el agua y la vegetación primaban; ahora nuestros herederos recibirán un planeta de desechos plásticos.

Y, al contrario de lo que dice la canción de salsa, que el plástico se derrite cuando le da de lleno el sol. Tendrán que pasar miles de años para lograr la degradación de ese producto símbolo de nuestra época.

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