El pasado 30 de enero entró en vigencia en nuevo Código de Policía y convivencia ciudadana, y con él, muchos cambios intempestivos que acarrearían multas pecuniarias a todo aquel que ose enfrentar los nuevos dictámenes que tan “juiciosamente” se habían debatido antes de su sonada implementación.

No me centraré en los tipos de multas generadas por el Código, ni tampoco en el nuevo articulado que lo compone (que entre otras cosas, ya ha sido demandado por muchos ciudadanos al considerarlo arbitrario e incongruente).

Enfocaré este escrito en la decisión tajante de restringir el desplazamiento de perros “potencialmente peligrosos” si no cuentan con una póliza de amparo a terceros para ser efectiva en caso tal de un ataque: póliza que dicho sea el caso, ninguna aseguradora del país ofrece hoy en día.

Qué tan juicioso sería el análisis que desde todas las instancias se le dio al código de convivencia, que dejaron pasar ese pequeño detalle; o sea que si un policía decide exigir, además del bozal, traílla, y demás elementos a que ya está obligado cualquier tenedor de un perro “agresivo”, la póliza del animal, y por obvias razones este no la posee, será decomisada la mascota y seguramente sacrificada en medio de la satanización mediática actual.

Son trece las razas que se estipularon como peligrosas, pero la más común en nuestro país es la pit bull terrier, que se volvió popular desde hace unos diez años y que siempre ha sido vista como peligrosa, pero que en realidad es noble, fiel, juguetona y además, aunque usted no lo crea, muy amorosa con los niños.

Aunque ya es un debate trillado, cabe recalcar que en realidad no existe un perro agresivo o peligroso, todos son cariñosos; lo que si existen son propietarios que utilizan las marcadas y contundentes fisiologías que estas razas tienen, para entrenar máquinas de puro músculo, y luego usufructuarse con estas, en peleas, atracos, e intimidación.

Desde hace un tiempo, para ser más exacto, desde que este Código miope entró en vigencia, se han conocido casos aberrantes de abandono, maltrato y muerte de pit bulls en toda Colombia.

Claro, muchos dueños irresponsables ven como cobarde salida, abandonar a sus compañeros peludos, so pena de no cumplir las exigencias que la ley plantea.

Si bien es cierto, hay legislar para cuidar a nuestras personas, debemos hacerlo con el enfoque puesto en la cordura, y no exigir cosas inexistentes como una póliza, que seguramente saldrá al ya atestado mercado en los próximos días, pero que no es ni será la solución.

Siempre lo he dicho, y ahora con más fuerza, que lo único verdaderamente efectivo para combatir la superpoblación de perros (de cualquier raza), es la tenencia responsable, la esterilización temprana, y la adopción; mientras eso no pase y sigamos creando normas y códigos impositivos y retrógrados, seguiremos conociendo triste casos de abandono y maltrato.

Debemos quitarnos la venda de los ojos y dejar de creerle a quienes dicen que los pit bull son agresivos. Claro, es más fácil creerle al noticiero de medio día, que de manera amarillista e infame, transmite el ataque de un perro a un niño y su posterior “captura”, para ser llevado luego a zoonosis, donde su vida terminará con una inyección letal por culpa de una sociedad que nunca entendió cuál era el verdadero monstruo.

Nota: durante mi experiencia manipulando perros de todas las razas, fui mordido dos veces; una por un criollito que rescaté y que lleno de miedo posó sus fauces en mi mano, y otra por un chiguagua con ínfulas de Goliat que quiso rasgar mi pantalón.

A lo largo de mi vida por lo menos diez pit bull me han atacado, usando como única arma sus enormes y temibles lenguas.

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