Luego de la pérdida del Sí en el plebiscito, se siguen discutiendo las razones por las que la anhelada decisión de los colombianos haya tenido una respuesta contraria. La diferencia fue de muy pocos votos, pero al fin y al cabo ganó el No. Curiosamente ambas campañas recibieron con extrañeza el resultado.

Al final del rápido conteo, el presidente Santos, con sus ministros, congresistas y los delegados de la Habana, no supieron cómo reaccionar. De manera improvisada posaron para la foto, sirvieron de fondo al discurso del primer mandatario, quien en pocas e improvisadas palabras reconoció su derrota. Los bombos y platillos del salón rojo del Hotel Tequendama quedaron apagados; los seguidores del Sí, entre lágrimas y desconsuelo, desocuparon el tradicional salón capitalino.

Mientras tanto los emocionados seguidores del No, aunque mostrando la alegría por el exiguo triunfo, no ocultaban su cara de extrañeza. En el fondo todos sabían que su triunfo no podía ser tomado como una ganancia. Nadie en el país, ni siquiera la inmensa masa abstencionista, podía desear que la guerra le ganara a la paz. Los contradictores de las 297 páginas del acuerdo guardaban, en el fondo, el deseo de que pararan finalmente los 52 años de guerra irregular.

Con ese disgusto a la soberbia de uno y otro bando, tanto de guerrilla como del gobierno Santos, como de Uribe y su Centro Democrático, en el fondo de los corazones se esperaba que al final de la jornada fuera el Sí el ganador.

Sin duda, el presidente Santos se hizo una especie de hara quiri, aunque parecería loable poner a decidir a los colombianos acerca del documento de La Habana. De otro lado, la firma del acuerdo no parecería necesaria que pasara por el llamado constituyente primario, es decir por el voto del pueblo colombiano. Con leyes al Congreso y el aval de las Cortes, podría haber sido suficiente para validar los acuerdos de paz, como resultado de un esfuerzo de más de cuatro años.

Y de toda esta experiencia queda una enorme sensación de incertidumbre. Como una enorme ola, como el ciclón Matthew, el barco capitaneado por Santos parece haber perdido el rumbo hacia el distante puerto de la paz. No es claro cómo se logrará esta especie de hazaña. Lo que sí parece es que al timón de la nave ahora llegarán Uribe y su tripulación. La nave tendrá que tomar un nuevo camino. Los protagonistas de la foto se ampliarán. Pero todos los colombianos esperaremos que, al final, el objetivo supremo de la paz será una realidad.

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