La gula… de partidos. La liga colombiana tiene muchos más juegos de los que cualquier hincha del fútbol pueda digerir fácilmente:

Una fase de todos contra todos en la que se enfrentan 20 equipos, a los que hay que sumarle una supuesta fecha de clásicos, en los que se incluyen derbis, como Tigres vs. Jaguares, a donde no llegan más de 1.000 personas.

Luego, rondas de enfrentamientos directos de cuartos de final hasta la última fase. En total, el campeón tiene que jugar en un semestre 26 partidos para coronarse.

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A eso, súmele los juegos de la Copa Colombia con una ronda de grupos insufrible, además de los partidos de los equipos que están en copas internacionales.

Esta gula de partidos no es algo exclusivo del balompié colombiano, sino que es una tendencia mundial. No obstante, en las ligas serias los torneos son a un año, situación que además de aligerar un poco la carga de partidos, hace respetar los procesos de los equipos y que no tengan que armarse cada seis meses como sucede en Colombia.

La avaricia… de los directivos de los equipos. En una liga donde no se privilegian los procesos, los directivos de los equipos le apuestan a sacar su ganancia cuanto antes, por encima incluso de las metas de los clubes. Siempre se busca que la inversión sea mínima y se espera que la ganancia sea gigante.

Cuando un futbolista juega bien 10 partidos, a los directivos les alumbran los ojos, pues saben que ya lo pueden vender a un buen precio, sin importar su edad y lo que le podría aportar al equipo en un futuro cercano.

Tampoco se contratan jugadores de nivel, que mejoren lo que se ve en la liga, algo que incite a los aficionados a ir a los estadios. A esto hay que añadirle el mal estado de muchas de las canchas y las malas condiciones de las tribunas para aficionados y prensa.

La inequidad… disciplinaria. También nos meten cuento con el código disciplinario el cual en el campeonato se aplica como se les da la gana. A Darío Rodríguez, del Bucaramanga, lo sancionaron con dos semanas y 41 millones de pesos por simular una falta, pero este rasero no le aplica a todo el mundo, además de que se ha aplicado de forma menos severa ante faltas más graves.

También hay inequidad en lo que respecta al ascenso y al descenso. Es injusto que el torneo de ascenso sí sea de un año, mientras que el de primera división solo dure un semestre.

Aparte de esto, también está la situación de que el sistema para bajar de categoría sea por promedio de los últimos tres campeonatos, una forma que copiaron de Argentina para beneficiar a los poderosos, aunque en ese aspecto se descacharon con el América.

Las mentiras… de la tabla. En lo que lleva de este campeonato, nunca se ha podido ver una tabla de posiciones que realmente refleje la situación de los equipos participantes, pues varios equipos tienen fechas aplazadas desde la primera jornada.

La excusa es apoyar la participación de los equipos colombianos en los campeonatos internacionales. Lo curioso es que en 2017 la Conmebol entregó el calendario de la Copa Libertadores y Copa Sudamericana antes de que se hiciera el sorteo de la Liga Águila, por lo que este año nos podríamos haber evitado este desfase de partidos fácilmente.

Pecados son lo que sobra, pero tal vez nunca terminaría de contarlos. No obstante, en medio del oscuro panorama de la segunda mejor liga del mundo según la IFFHS, lo bueno es que de a poco se están tomando medidas para mejorar varios de estos aspectos, por lo que el futuro no es tan malo como se pudiera pensar.

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