A veces parecería que estuviéramos en París y no en Bogotá. Así lo muestran las directrices recientes del alcalde Enrique Peñalosa, frente al uso del tan escaso espacio público.

Construir edificios, no sé si VIS o VIP, sin parqueaderos, resulta de alguna manera una medida discriminadora que además afecta la compraventa de dichos inmuebles, ya que la propiedad de un automóvil se ha vuelto una situación de primera necesidad. Es más, las familias, no solo en estrato seis, sino aún en el tres, ven el tener uno o hasta dos vehículos como una necesidad básica, ya sea para su transporte o como negocio.

Como todas, o casi todas, las intenciones de nuestro burgomaestre son loables, pero como en la mayor parte de sus ejecutorias hace falta analizar, estudiar, eso que como lugar común se conoce como idiosincrasia, es decir el comportamiento de sus conciudadanos.

Así, en muchos casos parecería que el alcalde Peñalosa gobernara para otro país, para otra ciudad, para una de aquellas que llamamos del primer mundo.

Conozco Paris y Londres. Allá los edificios, de más de cincuenta años, no tienen parqueaderos. Es en las calles, en los bordes de las avenidas, donde la gente deja, sin mayor preocupación, sus vehículos. Con los sistemas de reloj y las características banderas, sin riesgo de daño o robo, los vecinos dejan sus automóviles en el lugar que encuentren disponible.

Los ingresos por el uso de los parqueaderos llegan a las correspondientes alcaldías que, seguramente, destinarán ese dinero para el recaudo y control de los sistemas de parqueo automático. Y en caso dado para el mantenimiento de las vías.

Otra idea, que se me había ocurrido tiempo atrás, es que exista la posibilidad de que los parqueaderos de los edificios tengan la opción de ofrecer, a la manera de los “uber” o los “airbnb” los espacios de parqueo que estén libres, para que los aprovechen quienes los necesiten.

En el caso de las zonas de uso mixto, es decir donde se combinan edificios de vivienda con edificios de oficinas, los parqueaderos podrían ser optimizados en su uso. Así, mientras las personas los desocupan para ir hacia sus trabajos, los oficinistas los utilizarían para parquear, más cerca y de forma más económica, sus vehículos.

Probablemente los parqueos funcionarán a través de una aplicación, con un gps y un cronómetro que determine precisa y exactamente el uso del espacio público o en caso dado del privado.

Teniendo en cuenta las deficiencias del sistema de transporte público, las enormes distancias entre los lugares de vivienda y de trabajo (para el uso de la bicicleta). Los automóviles deben optimizarse, y, de otra manera, también el uso de espacios como los parqueaderos.

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