La frase más escrita este lunes en Argentina, luego del anuncio de Messi de dejar la Selección, es un completo lugar común que jamás perderá validez: “Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde”.

No quiero sonar alarmista, ni decir que algo así está cerca de suceder con James en la Selección Colombia. Pero sí vale la pena poner el tema sobre la mesa, porque estoy podrido de leer en las redes sociales (que bien dijo un día el presidente de Santa Fe, se han convertido en cloacas), que James es un agrandado y por eso le pasa lo que le pasa.

¿Y qué le pasa? Sus detractores afirman que se le subió la fama a la cabeza y que por eso no corre, y que por eso Zidane no lo quiere. Arman un show que porque hizo mala cara cuando recibió la medalla de bronce… ¡Yo celebro que lo haya hecho!

Eso demuestra cuál es su talante, para él no existe algo diferente a ganar. Pero esa presión no es fácil de llevar, y si no vean el caso de Lionel. Messi ha sido, por lejos, el mejor jugador del mundo de la última década y ha llenado de alegría a todos los que gustamos del fútbol, pero nunca ha sido suficiente en su país.

Lo destrozan por no cantar el himno o por no ser “un líder”, como lo dijo el Dalai Lama Diego Armando Maradona. Le llaman pecho frío a quien a sus once años cogió maletas y se fue a Europa; a quien debía, a esa edad, inyectarse él mismo para su tratamiento hormonal.

“Algún día este muchacho se va a cansar y no va a querer venir nunca más”, dijo Matías Almeyda tras las críticas que recibió Messi en la final de la Copa América de Chile. Ese día llegó, y ahora sí todos lo lloran y lo valoran.

En Colombia acabamos a James y hay quienes se atreven a calificarlo de mentira, jugador inflado, caribonito. Ojalá nunca se arrepienta el 10 de venir a defender los colores por una parranda de envidiosos que lo tratan de “tatareto”, porque quienes critican sentados detrás de un televisor y un celular jamás tendrán los huevos de James.

Esos hinchas-intelectuales-técnicos frustrados jamás llegarán a estar entre los diez mejores en su profesión, como sí lo ha hecho James, porque la arrogancia y la envidia se encargan de carcomerles el alma.

Ojalá nunca pase en Colombia con James el calvario que pasa Argentina con Messi. Ojalá.

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