Todo un debate se armó recientemente en torno a las declaraciones brindadas por el arzobispo de la Arquidiócesis de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, donde señala como directos responsables de los abusos sexuales cometidos contra varios niños por parte del sacerdote William de Jesús Mazo, condenado a 33 años de prisión en el año 2012, a los progenitores de los mismos.

Medio país se le vino encima a este servidor de Dios y calificaron de inaudito e infame el señalamiento hecho, ya que muchos entrevén que cínicamente se estaba virando la tortilla, dejando a los infantes como los pervertidores del santo varón.

Un tema bastante espinoso, juzgable desde distintas perspectivas y dependiendo del cristal con que se le mire, por lo tanto, no se puede descalificar del todo lo afirmado por el controvertido arzobispo, ya que en este tipo de hechos no hay un solo culpable, ¡somos todos!

La sociedad doble moralista está presta a batir sin clemencia el látigo castigador y se parapeta en el tribunal de la inquisición ansiosa a condenar, pero ha sido incapaz de pararse frente a un espejo y contemplarse en todo su esplendor, tal cual, enfrentando esas vergonzantes verrugas que duelen, hieden y sangran al tacto.

Solemos como sociedad esconder la basura bajo el tapete o colocar pañitos de agua tibia en las yagas, nos enfundamos en el llamado “importaculismo”, tan infame como la acción de condenar sin atrevernos a encontrar la razón por la cual se han pisoteado ante nuestra impávida mirada, generación tras generación, los valores y principios y eso que llaman moral.

Andamos al garete, sin Dios ni ley, la corrupción campea oronda acrecentando la desigualdad social, lo niños pierden su inocencia a temprana edad atosigados por la tecnología puesta en sus manos sin control, la televisión e internet han sido declaradas circunstancialmente como nanas y educadoras de esos infantes que convierten en sus ídolos y ejemplos a seguir a todos los antihéroes magnificados en las narcoseries.

Viven nuestros hijos a diario expuestos sin control en la gran red a toda clase de contenidos malsanos, son por ende rapiña fácil y predilecta de los pervertidos que asechan como buitres, ya que ambos padres tienen que rebuscársela para sobrevivir con mediana dignidad.

Nuestros niños empiezan a adoptar como filosofía la vida sibarita, el dinero fácil, el que se obtiene sin mucho esfuerzo, bobo el que se rompa el lomo trabajando como esclavo, de ahí la gran apatía escolar y el ansia de rebuscarse el billete así sea satisfaciendo los bajos instintos de un adulto o recibiendo un billete largo por muñequiar a un fulano.

No es raro ver en las plazoletas de cualquier ciudad colombiana, niñas y niños ofreciéndose para prácticas sexuales por cualquier peso o prebenda en especie, hasta los mismos padres fungen como sus proxenetas.

En los diarios los titulares destacan los homicidios cometidos por adolescentes y hasta niños de 7 años y luego como de costumbre, aterrados elucubramos hipócritamente y salimos a reclamar a voz en cuello se cambien las leyes vigentes que permitan castigar a esos despiadados pichones de asesinos, que la misma doble moralista sociedad y todos los estamentos sobre las cuales se edifica, incluida la santa madre iglesia, han ido levantando.

No se están justificando los abusos cometidos por el sacerdote en mención, ya la justicia lo condenó, pero tampoco se pueden eximir a los padres de la culpa que cargan por lo ocurrido a sus hijos; muy seguramente algunos de ellos están ahora movidos por el interés de una jugosa resarción económica que les pudo pintar el abogado que les representa, pero son incapaces de reconocer y asumir su cuota de responsabilidad.

Hoy en día no podemos confiar ni en nuestra propia sombra, por ende como padres debemos estar a la retaguardia, recelosos y expectantes con la cotidianidad de nuestros hijos, respetando obviamente sus espacios e intimidad, pero siempre con la malicia a flor de piel, para evitar dolores de cabeza o ingratas sorpresas.

Si bien es cierto que el tiempo que podemos dedicarles en esta época es muy limitado, no olvidemos que siempre prevalecerá la calidad del mismo en la tarea de permearlos ante tantas amenazas acechantes en esta sociedad moderna. ¿Saben ustedes que están haciendo sus hijos en este momento?

La familia como núcleo de toda sociedad es la base primaria y esencial para la paulatina y titánica reconstrucción de todos los principios y valores que todos, de una u otra manera, hemos pisoteado, sin lugar a dudas estamos como sociedad recogiendo nuestra propia cosecha.

LO ÚLTIMO