No es muy original hablar al día de hoy de mentiras, sin embargo, es un deber denunciar en el acalorado debate las implicaciones que tiene el lenguaje sobre la democracia y sociedad civil como aparecen rarezas, o, mejor dicho, neologismos como posverdad, fake news y hechos alternativos.

Esta clase de neologismos para el lector latinoamericano sugiere un uso cool, chévere, de anglicismos, así como los que uso ahora para referir a un hecho que siempre ha estado presente desde que podemos comunicarnos, las mentiras.

Así como el lenguaje natural en el que se desarrolla esta opinión, el uso indistinto de palabras merece un filtro, tal cual, medios de comunicación hacen al día de hoy.

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Mientras unos informan otros hacen de un colador de noticias verdades o mentiras. Incluso hay portales de noticias que, a través de una noticia falsa califican a otras noticias de ser falsas, tienen un efecto multiplicador en la audiencia.

La particularidad de estos conceptos posverdad, fake news y hechos alternativos a pesar ser opinión no informada es que alertan de una manera novedosa una mentira que, sí es reiterada y multiplicada por medios y personajes de prestigio, cobran verdad.

Uno de los mayores denunciantes de las fake news ha sido el presidente Donald Trump, término que proliferó desde su campaña presidencial en 2016. A través de su cuenta de Twitter, Trump emplea el término, escrito a través de un hashtag o etiqueta para así categorizar que es verdad y que no lo es.

Según algunos analistas creen que este mecanismo de “alerta” recibe mayor eco entre sus seguidores frente a tuits que no contienen el término #FAKENEWS, #POSTTRUTH, ALTERNATIVEFACTS.

A través de su cuenta en Twitter, medio político por excelencia, ha atacado a sus oponentes, se ha lanzado en contra de las instituciones, ha rechazado el cambio climático, entre otras proezas conocidas por el mandatario.

Según el portal The New York Times, Trump para justificar las “fake news” ha citado como artículos al portal Breitbart News Network, sitio web de noticias, opiniones y comentarios políticos, que tiene una fuerte línea editorial de extrema derecha. Videos editados de Youtube y publicaciones de chismes de celebridades como The National Enquirer.

También ha twitteado enlaces de blogs de tendencias conspirativas, sensacionales como lo es el portal The Right Scoop.

En diferentes ocasiones se le ha enfrentado por este tipo de actos a lo que él responde, “Lo único que sé es lo que hay en Internet”.

El esfuerzo por institucionalizar la posverdad ha hecho merito, el Oxford English Dictionary lo ha definido así “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.

El brebaje místico que comparten estos metaconceptos es la particularidad de apelar a las emociones, a los falsos sentimientos, a las cadenas de falsa información vía redes sociales.

Información que drena por los dispositivos móviles hasta llegar a nosotros.

Los sucesos que se han podido verificar con mayor presencia de posverdad han sido a favor del Brexit en Reino Unido, la elección de Trump en Estados Unidos y la estrategia en Colombia de la campaña por el Si/No en el plebiscito.

Kellyanne Conway, consejera de la administración Trump, en entrevista para el medio Meet The

Press, defendió la declaración falsa de Sean Spicer, Secretario de Prensa de la Casa Blanca, sobre la asistencia a la investidura presidencial de Trump. Al momento de preguntársele por qué Spicer expresó una “falsedad demostrable”, la consejera Conway dijo que Spicer estaba dando “hechos alternativos”. El reportero respondió: “Mira, los hechos alternativos no son hechos, son falsedades”.

Abundan los políticos y abundan las mentiras, si bien antes se manejaba un bajo perfil y emitían medias verdades, parece ser que al día de hoy se miente descaradamente y en público, mucha gente celebra esto, sin darse cuenta en realidad que es lo que ocurre tras bambalinas. Es difícil en ocasiones constatar con la realidad las afirmaciones que hacen a diario debido el nivel de manipulación al que es sometida la información.

Cabe destacar el efecto que generan estos términos, no es potestad del emisor sino de su receptor, en este caso seguidores, súbditos, etc. Lo que se conoce como las “trampas del aplauso”, en eso se cae.

Este tipo de mentiras exigen que seamos más críticos frente a lo que nos dicen. Sin embargo, la red está plagada de personas que dicen saber identificar posverdades, en definitiva, la posverdad es una verdadera Navaja de Ockham, los que dicen ser identificadores de mentiras terminan por manipular hechos y verdades.

En Colombia, portales como La Silla Vacía, se han dedicado a contrarrestar el fenómeno de la posverdad a través de la verificación de discursos y referencia de hechos de dirigentes políticos e influenciadores, en el que más de uno ha perdido el examen. Pese a esto, las personas dicen que este tipo de análisis es insuficiente y que por tanto peca de ser medias verdades.

En sociedades alarmadas, caóticas, manoseadas, la victoria del neologismo es clara, sin embargo, algunos rechazamos de plano las dos caras de la moneda; conceptos sin referencia y las mentiras.

Colombia, frente a la posverdad, fake news y hechos alternativos no es la excepción. Sin duda, la verificación de datos será la profesión del futuro.

Por Felipe Fernández

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