Las teorías de negociación que enseñan escuelas de gobierno, negocios y leyes, convergen en que cuando se enfrenta un escenario de negociación complejo es mandatorio preguntarse cuál sería la mejor alternativa a un acuerdo negociado. Más complejo que Colombia es difícil de imaginar, ¿pero cuáles serían esas alternativas? Las cuatro que parecen resonar más fuerte son estas:

Derrotar a las Farc en lo militar; designar un mejor equipo negociador; crear un país más justo y próspero; tener un gobierno más convencido, determinado y capaz de llegar a un acuerdo, o de ganar la guerra.

Ganar la guerra: tras 52 años, 25 billones de dólares extranjeros y nacionales, miles de muertos y damnificados, en que el estado combinó “todas las formas de lucha”, no logró más que debilitar a las guerrillas y mantener su accionar relativamente aislado de los cascos urbanos, con el pérfido efecto de prolongar la guerra rural por la indolencia urbana; pero acabarlas, no.

Cambiar los negociadores: Ni a Pearl, Mora, Naranjo o de la Calle se les han visto rodilleras puestas ni se les conoce interés distinto al del bien común. ¿Qué equipo daría mayor solidez o contaría con mayor respaldo presidencial? ¿Y bajo que mandato? El equipo actual, serio y pertinaz como la lluvia en Macondo, logró un acuerdo y está firmado. Azarosa teoría la del mejor equipo.

Firmar un nuevo país: Quienes piensan que aprobar o no las 297 hojas del acuerdo mutará los problemas de Colombia en los de un país del primer mundo es iluso o malintencionado. Los milagros económicos son producto de una visión madura de país, planeación, liderazgo y perseverante ejecución, no de solemnidades o declaraciones.

Otro gobierno: Juan Manuel Santos ha sido contundente en la lucha contra las Farc y decidido en pactar la paz. En su amplia manga de jugador de póker guardaba el as de una negociación que logró su cometido. ¿Quien asegura que vendrá un gobernante más determinado, o que lo logre?

Ninguna de estas tesis convence, pero aun así no hay que ser ingenuos: las Farc cambiaron las montañas por la plaza pública sólo porque saben que por las armas no vencerían. Débiles como quedaron tras Uribe y Santos, la negociación les cayó como anillo al dedo. Persistirán en su objetivo del poder, buscarán adeptos y a no dudarlo, hábiles, astutos y perseverantes, los conseguirán. ¿Suficientes para cambiar al país? Eso está en las manos del país entero, no del papel.

En el hospital militar llevan dos años de reducción sin precedentes de heridos en combate y seis meses sin mutilados por minas antipersonales. Sin mejor escenario y con efectos concretos del cese al fuego como este, el domingo votaré el sí. Lo haré recordando a Fray Ángel quien decía que “el perdón no es un acto de amnesia”.

Con fe en un mejor país y reservas frente a varios puntos del acuerdo, para el lunes temprano estar trabajando porque creo con firmeza que el esfuerzo individual, sumado a un colectivo de objetivos de siglo XXI, es el camino por el que salvamos al país de sus enemigos reales e imaginarios.
Mauricio Lloreda
mauriciolloreda@me.com

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