La nota, titulada ‘Marta Lucía Ramírez, la cotizada exmodelo que hoy sueña con gobernar al país’, generó reacciones adversas en algunos lectores.

Reacciones que iban desde las fáciles y endebles descalificaciones (como ‘asqueante’, ‘periodismo chimbo’…) de lectores anónimos, a quienes nos debemos, hasta las de figuras públicas (que fueron quienes iniciaron el debate), como el maestro Moisés Wasserman, exrector de la Universidad Nacional, que en medio de los adjetivos desafortunados (‘vergüenza’ y ‘repugnante’) daba una luz de argumento al decir que era ‘machista’.

Con Wasserman coincidía Andrés Villamizar, exdirector de la Unidad Nacional de Protección y director de la Fundación Azul Bogotá, que defiende al alcalde Enrique Peñalosa de la revocatoria, quien recordaba que ella fue exministra de Comercio, exembajadora, excandidata presidencial.

“Qué vergüenza de titular señores… dejemos el machismo, por favor”, dijo Villamizar.

Por haber un destello de argumento en menos de 140 caracteres, son los comentarios de Wasserman y Villamizar los que pueden dar lugar a una reflexión para tratar de controvertirlos y no caer en el facilismo de descalificarlos, que es la norma de la conversaciones en Twitter, donde hay que hacer un ejercicio intenso por sacar algo valioso entre los adjetivos, las descalificaciones, los insultos y las generalizaciones, y que han dado lugar a que personas como ellos consideren que esa red social se ha convertido en una cloaca.

Para Wasserman y Villamizar, se trata de un titular y un enfoque machista, argumento que, curiosamente, fue cuestionado por otros lectores que les respondieron.

“Andrés, ¿qué tiene de malo la profesión de modelo, cuál es el problema con ello?”, le dijeron a Villamizar Álvaro Rolando Pérez y Jovanni Palacio.

“¿Qué tiene de malo ser modelo?”, le preguntó a Wasserman DanielR.


“¿Dónde está el machismo?”, le dijo Álvaro Díaz.

 

Villamizar respondió:

“¿A usted le parece que eso es lo más relevante para destacar de la trayectoria de Marta Lucía Ramírez?”. Para él, ese era el punto.

Wasserman no desarrolló su ‘planteamiento’, como se esperaría de un académico que está acostumbrado a debatir y argumentar (la autoridad no es un criterio de verdad, ni siquiera la de los títulos académicos).

Si Villamizar hubiera leído completamente, se habría dado cuenta de que esos logros de Ramírez fueron mencionados en la nota, casi de la misma forma en el que él lo hizo en sus trinos.

¿Que hemos debido transcribir completamente la hoja de vida de Ramírez (como hizo el portal Las2orillas, que publicó horas antes la historia) o haber arrancado el texto por todos los cargos y posiciones que ha ocupado, para no ser acusados de machistas?

Lo siento. Ese no era el objeto de la nota. E invocando la libertad de prensa y el derecho a la información, reclamamos como medio el derecho de dar a conocer una faceta que uno de nuestros periodistas creyó que muchos desconocían, con ese enfoque y ese titular.

La historia no era tendenciosa. No denigraba de Ramírez. No la descalificaba. Ponía en contexto que aspira a la Presidencia y mencionaba su carrera, en la misma forma en que lo hizo Villamizar.

Y en su decisión, el periodista, que comparte la juventud de la mayoría de los miembros de nuestra audiencia, creyó acertadamente que muchos desconocían esta faceta de la precandidata. Pensó como lector.

Acertadamente, porque los periodistas deben representar a su audiencia, no deben pensar como relacionistas públicos, agencias de prensa, representar intereses de terceros, o valorar desde el prejuicio y la militancia (y en este caso no solo hablamos de la militancia partidista o política, sino incluso de otras militancias sociales, por bien intencionadas que parezcan).

(Yo, personalmente, desestimé la nota por creer que era un hecho conocido, pero claramente pertenezco a una generación diferente, a esa que llaman ‘adulto contemporáneo’, ‘tercera edad’ o pensionado).

¿Que solo hacemos esos enfoques que algunos califican de sensacionalistas? No. Las últimas 72 horas habíamos publicado también las historias del lanzamiento de la candidatura de Ramírez por firmas y que Uribe buscaba alianza con ella.

Si alguien quiere omitir el hecho de que Ramírez fue modelo, que para nada es vergonzoso, como pareciera deducirse de los trinos de Wasserman y Villamizar, que lo haga.

Por lo pronto, los invitaría a ellos a demostrar que la publicación solo tenía el objeto de disminuir a Ramírez por su género.

También los invito a preguntarse si al intentar “proteger a Marta Lucía Ramírez”, ellos mismos no la discriminan porque suponen que recordando su belleza física y las actividades basadas en ella eran denigrantes.

(Pregunta que también le formularon a Wasserman sus seguidores)

¿Eso no establece una diferencia con el género masculino, que puede hacer lo que le venga en gana con su cuerpo y a nadie se le ocurre que eso esté mal?

¿Sus comentarios no traslucen el tabú del cuerpo femenino?

Es posible que haya más machismo “puro y duro” en la presunta defensa de Ramírez que en el artículo de marras.

Si luego de responder estos interrogantes, Wasserman y Villamizar logran demostrar que cometimos un error, lo corregimos y reconocemos públicamente, como acostumbramos a hacerlo.

El machismo y el sexismo no pueden tomarse como excusa para volver a las mujeres públicas intocables a la observación de los medios o de las redes, a sus revelaciones o críticas. Ellas son iguales a los hombres, tanto en derechos como en obligaciones y, como ellos, están expuestas a la observación mediática tradicional y en redes.

La igualdad implica el mismo derecho de los medios a revisar los actos de los personajes, sean estos hombres o mujeres; de lo contrario, se tendría que decretar el privilegio como norma, que es todo lo opuesto a la democracia.

Se subraya la palabra ‘pública’ porque los personajes públicos tienen su derecho de privacidad e intimidad, pero estos derechos están restringidos, limitados (y eso lo ratifican sentencias de la Corte Constitucional), precisamente por ser públicos, y por pretender representar a la sociedad: quiere gobernar a los colombianos.

La vida de Ramírez está expuesta al escrutinio público, como en su momento lo estuvo la de Clara López, que tuvo que anticiparse a mencionar su cercanía afectiva con Álvaro Uribe cuando los 2 eran jóvenes.

Y ni qué hablar de los políticos como Donald Trump, que pasa de ser protagonista de un ‘reality’ a presidente de la potencia número uno del mundo, y cuya esposa fue modelo y posó desnuda, incluso en compañía de otra mujer.

Y ni qué hablar de Nicolás Sarkozy, cuya esposa también fue modelo y cantante. Relación teñida de escándalos.

Nota: el artículo de Marta Lucía Ramírez y el modelaje fue despublicado provisionalmente mientras se evaluaban los comentarios discutidos en esta columna. Se volvió a publicar al tiempo con ella.

Guillermo Franco es Director de Pulzo

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