Hace rato no hablo de cine así que esta vez me tomaré la licencia, me adjudicaré el permiso.

Primera escena: Vi el tráiler de una película llamada ‘Solo el fin del Mundo’, hermosura francesa como todas las hermosuras francesas; como Aurélie Bredin, la protagonista del libro ‘La sonrisa de las mujeres’; de Nicolás Barreau, así de hermosa.

De hecho ese libro me dejó marcado e intentar reproducirlo en la vida real, buscando a la Aurélie de carne y hueso, es un ejercicio bastante satisfactorio y necesario. Esta película, ‘Solo el fin del mundo’, la están dando por ahí en un par de teatros de la capital y una de las protagonistas me encanta, la adoro, es uno de mis amores platónicos y ya sabrán quién es.

Segunda escena: Vi otro tráiler de otra película francesa llamada ‘Un momento de Amor’, que estrenarán aquí en Colombia el 20 de abril, con una historia romántica para derretirse. La protagonista es la misma mujer, qué curiosidad, ella se enamora de un soldado y además padece una enfermedad, cálculos renales.

Es Marion Cotillard. Vaya actriz tan prolífica, tan espectacular.

Si nos conmovió a todos haciendo de Edith Piaf hace ya varios años, me sigue conmoviendo a mí cada vez más.

Ella apareció en ‘Midnight in Paris’, recordémoslo. Estas películas son dos must, tienen esa atmósfera plagada de detalles y de música como solo el arte francés nos puede brindar. Hay que vérselas, nada qué hacer, bien sea en París o en donde sea. Seguro serán la hermosura en su máximo esplendor. Recuérdenlo: ‘Solo el fin del mundo’ y ‘Un momento de amor’.

Tercera escena: Luego de esta muestra de macaroons, de amor, de cine francés y también con una banda sonora, valga la redundancia, de house francés, de grupos como Galleon o LeBabar, ocurre lo siguiente. Voy con los tráilers en mi cabeza y me encuentro a Aurélie, sí, la del libro que les hablé al principio, uno llamado ‘La sonrisa de las mujeres’.

En la portada ella sale con un vestido rojo pero esta vez ella tiene una gabardina roja. Pequeñas variaciones logísticas y de producción que no alteran el resultado final. Ahí me la encuentro en la calle. Estoy en París, ella me sonríe y me ofrece una bebida caliente para acompañar el momento. Me sonríe.

Sonrisa de las mujeres

Luego miro hacia atrás y veo todo negro, veo que la luz me está alumbrando a mí y la está alumbrando a ella, a Aurélie. También alumbra a Marion, ella está ahí también. Veo varias siluetas a lo lejos. Unos están absortos, otros con algo de sueño, otros se están besando delicioso, otros comiendo palomitas de maíz y otros tomando chai latte. Es el público.

Es ahí cuando me llega una revelación: Es el momento de planear la cuarta escena, ahí estoy yo y de mí depende cómo se irá desarrollando. Me lleno de valor, sorbo algo de esa bebida caliente, tan pero tan aromática, y la película sigue rodando. La miro a ella, bajo el guiño aprobatorio de Marion, y el público se emociona. Las letras se siguen escribiendo y las escenas se siguen filmando.

Literatura y cine convergen siempre.

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