Nos queda claro, desde este presente que vivimos, que habrá un mañana por lo menos hasta un próximo big bang. Y que de todos modos el ayer permanecerá, así sea como una memoria y no pocas veces como un destino que se suele repetir.

Pero en estos tiempos actuales lo que puede venir -y ahí empieza la paradoja- podria estar circunscrito cada vez con más fuerza a los hechos, las costumbres y por increible que parezca, a las tecnologías del ayer.

Estamos de vuelta a la bicicleta del siglo XVIII y al antiquísimo papel, como les contaré más adelante.

Vivimos en un mundo en el cual dos hechos fundamentales signan nuestro destino individual y colectivo. El primero, es objetivo y peligrosamente evidente: cambio climático acompañado de calentamiento global. El segundo es subjetivo, relacionado con la conciencia y con la sobrevivencia: la necesidad de detener o por lo menos mitigar esas amenazas planetarias, hijas del ultra capitalismo.

Las primeras señales de la peligrosa autodestrucción, se hicieron evidentes ya hace varias décadas. La incontenible e incontenida emisión de gases de efecto invernadero hizo sonar las alarmas. La acumulación de carbono en la atmósfera empezó a ser ampliamente nociva no sólo por el calentamiento sino para la vida misma, es decir para la respiración de los seres vivos. Años después, las segundas señales se hicieron aun más fuertes. La agricultura misma, los ciclos vitales y las fuentes de proteínas animales como peces y mariscos, empezaron a verse afectadas por la contaminación y la subida de la temperatura planetaria cuando menos en grado y medio. Recientemente sonaron las terceras alarmas:  como vamos, en menos de ochenta años la temperatura habrá subido cuatro grados y los mares más de un metro. Estamos en ese atroz proceso que, sin las decisiones subjetivas de la humandad, puede cumplir su sino apocalíptioo hasta el final.

Pero poco a poco todo parece indicar que a pesar de las imposiciones neoliberales y el suicidio ecuménico propuesto por el gran capital mundial, una parte importante de la comunidad planetaria lentamente llega a los niveles de consciencia suficientes para empezar a detener el salto al abismo.

Y no se trata solamente de la vanguardia ecologista y ambientalista que ha sido fundamental en la toma de concencia, sino inclusive de sectores relacionados con los poderes político y económico. Me refiero, desde luego, a las decisiones tomadas en la COP 21 en París en el sentido de adelantar YA acciones contra el calentamiento y la polución. Queda pendiente la influencia que ello pueda tener en gobiernos con un mínimo de conciencia o de instinto de sobrevivencia.

Y de otro lado, desde un sector del empresariado no suicida, también se empiezan a apreciar algunos esfuerzos iniciales para tratar de detener la bestia moderna, con sus jinetes apocaliticos de plástico, carbono, mercurio o ganadería extensiva.

Lo mencionaba al principio: los autos, aun antes de volverse todos eléctricos, empiezan a ser reemplazados por la bicicleta y las bolsas y empaques de plástico, por los viejos y reciclabes cartón y papel. En Europa resulta hasta de mal gusto, por ejemplo en los super mercados, ofrecer bolsas plásticas. Casi todos tienen bolsas de papel, de algodón e inclusive de lino, pero no de plástico. Empieza a ser cursi tener un auto hiper contaminante, comer carne de vaca cuyos detritus colaboran enormemente en forma de gases nocivos.

Pero desde luego este regreso al pasado apenas comienza. Llegará el momento en el cual, porque está de moda, porque es negocio, o porque hace parte de la consciencia, no se utilice más energía térmica. El día en el cual todo lo que se coma y beba sea orgánico, sin pesticidas innecesarios que solo le convienen a las multinacionales, el día en que toda la agricultura sea como antaño, biológica y deliciosa. La humanidad lo puede colectivizar si se desprende de las reglas y leyes del neo liberalismo.

Es posible que de la bicicleta y la bolsa de papel pasemos a eventos mayores, como la reducción radical del crecimiento, falacia enriquecedora de pocos, la reducción del consumo mismo, y todo ello dentro de un equilibrio racional en el cual no se pierdan de modo aguno, ninguno de los grandes avances de la ciencia y la tecnología aplicados a la producción.

Basta la voluntad individual en la reducción del consumo, basta no aceptar más bolsas plásticas, estar en la moda retro, que las ambiciones profundas o mundanas conduzcan a la vida y no a la disolución final del planeta.

Los amigos del capitalismo mortal son, entre otros, el petróleo, el carbón, los monocultivos, la tala, los transgénicos…

Los amigos de la vida son los de antes. los de siempre, el sol, el viento, el agua, el comercio justo, el trueque, el ser humano libre…

Pero desde luego, el reto es de marca mayor porque es un desafío que tiene que ver con la consciencia. Y con su versión colectiva y de masas, la consciencia planetaria. Y más grande aun el desafío, cuando la mayor sociedad productora de cambio climático y contaminación, elige a un presidente como Trump, que a sabiendas, se atreve a negar el calentamiento. Tanto como cuando alguien te dispara al corazón y tu te dices ¨no tengo corazón¨ y al instante caes muerto. Asesinado…

Por ahora ese “mañana será ayer”  es apenas un inicio, una metáfora de lo que luego deberá ser una práctica general y cotidiana. Recuperemos, sin pena, los buenos objetos y herramientas del antes…

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