El planeta fútbol siempre ha considerado los clásicos del balompié argentino como unos partidos imperdibles, lleno de color, de pasión y de mucho fútbol.

Sin embargo, desde hace unos años estos partidos se han convertido más en batallas campales que en lo que deberían ser, una fiesta llena de gol.

El superclásico Boca- River quedó una vez más sin goles y probablemente fueron muchos los que se quedaron dormidos frente al televisor viendo el encuentro. Para que entiendan los que no vieron el partido, tuvo más acciones positivas el gobierno de Petro.

La emoción más fuerte fue la expulsión de Pablo Pérez por una patada en el minuto 10. No pasó nada más. No hubo tiros al arco, llegadas claras, circuitos de juego o filigranas espectaculares.

Los equipos se preocupaban más por el rival que por el contrario, como ha pasado en los últimos partidos. Solo toca ver las estadísticas para llevarse las manos a la cabeza y preguntarse a dónde ha ido a parar la belleza de este partido, fueron dos goles en los últimos cinco partidos. Una verdadera lástima.

Lo mismo pasó con el clásico de Rosario. Desconocido para muchos, pero para los que lo conocemos sabemos que es un partido espectacular, en el que la rivalidad es tan grande como la de Nacional y Millonarios, y los equipos siempre quieren ganar.

Este fin de semana Rosario Central tenía la oportunidad de seguir con su hegemonía de diez partidos sin perder ante Newells y seguir desplegando ese gran fútbol que ha enamorado a más de uno en el último año. Pero lo que vimos en el partido fue desagradable.

Nada de ese juego espectacular de Central y de esos jugadores de gran clase: lo que se vio fue un concierto de patadas. Desde el minuto 2 hasta el minuto 93 se agredieron los jugadores por lado y lado, era como ver James Bond pero con menos elegancia. Los noticieros deportivos mostraron más patadas y peleas entre jugadores que acciones de gol. Se perdió el fútbol.

Es entendible que en un clásico haya fricción y ganas de ganar porque eso también le da mucha emoción a estos partidos. Pero que se pierda el fútbol totalmente y los clásicos argentinos se conviertan en rounds de lucha libre es una tristeza para los hinchas.

La Liga Argentina ha sido y es una de las más populares del mundo, pero si los aficionados internacionales siguen viendo los partidos que vieron este fin de semana, va a tener más favorabilidad el presidente Santos que este campeonato.

No hubo ni un solo grito de gol en ninguno de los cuatro grandes partidos (Gimnasia-Estudiantes, Newells- Rosario, Boca-River, Racing- Independiente) pero sí 19 amarillas y 3 rojas.

¿Qué pensará Messi de esto? El país del jugador con más fútbol y menos lucha del mundo, nos enseñó un fútbol exactamente opuesto a lo que él nos muestra cada fin de semana. ¡Qué ironía!

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