El auto es la extensión de su cuerpo y de sus sentimientos. Sin el mismo, se sienten menos, su autoestima se va por el piso, ya que depende necesariamente de su auto.

Esa es la principal razón de la congestión por el inadecuado e inaudito mal empleo de estos vehículos. Con el automóvil como causante de buena parte de los impactos negativos en la humanidad y la naturaleza, la reducción en el uso de carros circulantes especialmente particulares es una solución lógica para una sociedad sostenible.

Es la educación y una verdadera cultura ciudadana las que impulsarían a la mejoría de los hábitos de buen comportamiento y convivencia en el espacio público.

Para ello debe iniciarse generando unas mínimas condiciones en el rediseño de la ciudad, con características anatómicas y en la búsqueda de identidad. Siguiendo los principios de lo socialmente ecológico e inclusivo, se pueden crear infraestructuras bonitas y con armonía, a escala del ser humano. Se pueden reintroducir lugares con preferencia para el peatón, la bicicleta, y también la actividad física en la vida diaria de las personas. Todo ello debe ir complementado de unas prioritarias medidas de seguridad y acompañamiento ciudadano.

Es urgente motivar a que cada día más gente utilice el transporte público. Para ello es mucho más urgente dignificarlo, mejorarlo, ofrecer garantías de seguridad, facilitar su uso y abaratar su costo especialmente para ciertos sectores como estudiantes de estrato tres hacia abajo.

El subsidio para estas franjas poblacionales es perentorio ya que muchas veces aquellos deben escoger entre pagar el transporte o dejar para su refrigerio (o desayuno).

Pero la salud social y ecológica no se puede mejorar simplemente usando menos el carro o reemplazándolo por el “auto verde” que solamente consigue eliminar contaminación pero no el urbanismo basado en el automóvil y su gran consumo de energía.

Particularmente el enorme número de viajes innecesarios en estos autos privados, la gran mayoría unipersonales. La salud social exige atención prioritaria y digna a los sectores más vulnerables, pero particularmente al peatón el ser más inerme del espacio público.

A menudo olvidamos que los asentamientos humanos se construyeron para proporcionar a las sociedades las máximas oportunidades de interacción, que la gente y las destinaciones estuvieran próximas y para facilitar el transporte de mercancías y personas. Si buscamos alternativas a nuestro sistema actual de tráfico industrializado, veremos que el concepto de acceso por proximidad puede ser mucho más útil que el de movilidad.

Por este motivo, además de fomentar el transporte colectivo y alternativo, debemos redistribuir y modificar lugares vacíos y muertos socialmente, ocupados por el carro, y así convertirlos en tiendas, lugares de trabajo, puntos de encuentro, zonas para el juego infantil y parques. En fin de cuentas podemos transformar la ciudad en un lugar más deseable para vivir, minimizando el impacto ecológico y el cambio climático, reduciendo nuestra dependencia del carro y el petróleo. Pero al tiempo ayudando a rediseñar la ciudad mejorando nuestros hábitos de comportamiento ciudadano.

LO ÚLTIMO