Vuelve y juega, un grueso de televidentes colombianos se encuentran indignados con el reality del canal Caracol ‘Colombia’s Next Top Model’, a raíz de las pruebas a las que son sometidas las participantes en las diferentes emisiones y que, a juicio de los impávidos quejosos, menoscaban flagrantemente la dignidad femenina.

Por todos los televidentes es sabido que este tipo de formatos están estructurados sobre un común denominador: el morbo explícito aderezado con todo aquello que genere escándalo. Igualmente se tiene claro que cada una de las participantes firmaron previamente un contrato en el que se les especifica claramente a que situaciones (espontáneas o preparadas) se tienen que enfrentar a lo largo del reality.

Como dicen popularmente, “la que quiere marrones, aguanta tirones”, “la que quiere celeste, que le cueste” y tengan por seguro que esas chicas están dispuestas a cualquier cosa con tal de tener su anhelado cuarto de hora de fama.

El sacrificio es mínimo para ellas, tomando en cuenta que el solo hecho de aparecer en el prime time nacional, es un trampolín que les puede abrir puertas no solo dentro del modelaje, sino también en la actuación u otros campos del buscado estrellato.

En el formato reality, sea cual sea su eje central, todo está fría y maquiavélicamente preparado y como cualquier otro programa televisivo tiene sus adeptos y detractores.

Pienso que debemos indignarnos más por otras situaciones de mayor trascendencia en nuestra realidad nacional, que conmiserarnos por un grupo de prospectos de modelos de alta costura, sometidas a supuestos vejámenes y pruebas denigrantes que ellas mismas aceptaron enfrentar sin importarles hasta qué punto son utilizadas y vilipendiadas.

La opción sensata está en nuestras manos y se llama control remoto, somos amos y dueños del mismo, hoy en día hay muchas alternativas de entretenimiento y desgastarse criticando, a sabiendas de que los canales privados nacionales prestan siempre oídos sordos, amparados en los buenos resultados de audiencia que les proporciona paradójicamente, toda esa teleaudiencia que se indigna y a la vez morbosamente se deleita, con esta llamada “televisión basura”.

Indignémonos por los niños que se mueren de hambre en la Guajira, por la corrupción que carcome nuestro país, por la campante inseguridad de nuestras ciudades, por lo que nos espera a raíz de la reforma tributaria y por qué no, propongámonos leer si quiera tres libros al año, fortalezcamos el intelecto y no nos matemos la cabeza en cosas superfluas que ningún provecho nos trae, pero al fin de cuentas, allá cada quien con lo que quiere matar el tiempo y entretenerse, allá esas chicas si venden su dignidad por un cuarto de efímera fama.

LO ÚLTIMO