Nunca me han caído bien los Raush. Y no es nada personal, al revés, admiro a cualquier persona que alcanza sus metas y logra triunfar y hacer de su pasión su estilo de vida. No son de mi agrado porque no me gustan los restaurantes pretenciosos y caros donde hay que reservar y donde en lugar de comida venden “experiencias”.

No me gustan esos sitios donde les ponen nombres raros a los platos y las porciones son tan pequeñas que de milagro se ven en la mitad de un plato gigante. En general, no me cae bien la gente que cobra de más por lo que hace, porque en periodismo uno tiende es a cobrar de menos. Pregúntele a cualquier periodista y le va a decir que le están pagando menos.

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El punto es que debo hacer esta aclaración antes de opinar sobre el tema de la diminuta puerta del restaurante de los Rausch en el centro comercial Andino, de Bogotá, a ver si logro emitir un juicio sin apasionamiento.

Las fotos publicadas en Twitter de empleados entrando y saliendo agachados de la portezuela no se ven dignas, y menos en un país como este, con tanta desigualdad.

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Quien las publicó en internet dijo que esa era la entrada y salida de los empleados del restaurante; luego, Jorge Rausch declaró en Twitter también que era un sitio para almacenar gaseosas, y posteriormente, afirmó que los trabajadores guardaban también allí chaquetas y maletas.15wj57

Sea lo que sea, repito, no es digno, no se ve digno. Entiendo que en redes sociales los rumores se echan a correr y nadie se toma el trabajo de verificar nada, entiendo también que en Colombia ser rico y exitoso puede llegar a ser un delito.

Ese es el tema con los colombianos: cuando vemos que a alguien le va bien, no solo lo envidiamos, sino que le buscamos la caída, y cuando se la encontramos, nos vamos encima con toda, para perjudicarlo por el simple hecho de tener dinero en un país de pobres. Que esa persona adinerada haya cometido un error, o un crimen, es irrelevante para la opinión pública, y de arranque que le vaya bien ya es razón suficiente para atacarlo.

Eso somos, en lugar de esforzarnos y buscar nuestro propio progreso, buscamos que los demás se nivelen con nosotros por lo bajo.

Lo cierto es que Jorge Rausch afirma que trata bien a sus empleados, aunque la imagen sugiera otra cosa. No se trata de esclavismo, pero hay que ver si él guarda también allí sus pertenencias. Con lo que cobra por plato en sus restaurantes debería poder construir una bodega con una puerta de tamaño estándar.

Además, es poco probable que sus empleados se quejen, con lo serviles que somos los colombianos y lo difícil que puede ser conseguir un trabajo estable, es común que aguantemos abusos como este con tal de no quedar en la calle.

Inevitablemente, la puerta del restaurante de los Rausch evoca aquella de ‘Being John Malkovich’, donde a través de una pequeña entrada se podía acceder a la mente del actor. Sería interesante poder entrar a la cabeza de Jorge Rausch, a ver si averiguamos en qué estaba pensando cuando construyó tal estructura.

Nota: Las opiniones expresadas solo comprometen a su autor y no pueden considerarse una posición oficial de Pulzo.com.

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