Así se muestra, cuando el ex vicepresidente Angelino Garzón propone que la izquierda se una con el uribismo para conseguir la presidencia.

Y preciso, mientras escucho esta noticia, veo salir, de una de las pocas casas tradicionales que quedan en el barrio Rosales, a Carlos Holmes Trujillo, el segundo comodín del expresidente Uribe, junto a Enrique Vargas Lleras, hermano del ex vicepresidente.

Antiguos liberales y hoy “dos manos derechas” del partido Centro Democrático, fundado por el expresidente Uribe Vélez y localizado a la derecha de su anterior partido de la U, creado a partir del partido liberal.

Y como dice el refrán: con cara gano yo y con sello pierde usted, estos políticos siempre logran llevarse el triunfo al final de la jornada. Así, al final de las contiendas los ganadores siempre son los mismos.

Otro caso evidente es el de los hermanos Galán, a quienes su padre Luis Carlos, no les heredó tierras ni tesoros, pero sí el derecho de llegar a importantes posiciones políticas; además en tres diferentes partidos o vertientes políticas.

Mientras Juan Manuel, el mayor, quien es recordado por haberle entregado a Cesar Gaviria las banderas de su recién inmolado progenitor, es el único que se ha mantenido en los cuadros del tradicional partido liberal; su hermano Carlos Fernando es una de las cabezas del partido ideado por Germán Vargas Lleras: Cambio Radical; y su hermano funge de cónsul general en París, sin que sea claro porque partido, pero al menos sí a nombre del santismo, si es que eso existe.

En Bogotá se da otro caso de herencia política. Miguel Uribe Turbay, un joven delfín nieto del expresidente Julio César Turbay, quien fue nombrado como secretario de Gobierno por el alcalde mayor Enrique Peñalosa, luego de haber sido concejal y presidente del Concejo Distrital. Su segundo apellido, de manera similar como con los Vargas Lleras, le ha dado el valor para llegar al que se puede considerar como el segundo cargo de la capital colombiana.

Y las herencias continúan. Simón, el director de Planeación Nacional, es el hijo del expresidente César Gaviria; Horacio José, el actual presidente Concejo Distrital, es el hijo del patriarca Horacio Serpa Uribe, quien intentó llegar a la presidencia en dos oportunidades; mientras Ángela Garzón, la hija de Angelino, brilla con luz propia en el Concejo de Bogotá por el Centro Democrático. Y tal vez eso sirva de explicación a la curiosa idea de su padre de unir dos partidos que parecerían ser como el agua y el aceite.

Y los ejemplos siguen apareciendo. Aunque un poco alejado de su figura paterna y más bien “hijo adoptivo” del expresidente Uribe, llega como nuevo integrante a la arena política: Iván Duque.

Como en las tradicionales monarquías europeas, estos personajes políticos parecerían tener el poder en sus venas. El color de su sangre puede ser roja, azul, amarilla o verde, como las banderas de sus partidos, lo que en muchos casos no marca diferencia, ya que lo importante es alcanzar el poder.

Tal vez como en la mayoría de las profesiones, los hijos heredan las aptitudes y habilidades de sus padres. En el caso de los políticos, no solamente son sus capacidades sino esa especie de feudo que les permite mantener el dominio sobre una determinada institución, tanto de elección popular como de libre nombramiento.

En una era de los “head hunters”, de los exámenes psicotécnicos, para determinar la idoneidad de un profesional, no se entiende porque los gobernantes y funcionarios públicos se siguen escogiendo a dedo o por palanca.

Además, como una forma de evitar la corrupción, nuestro país requiere dar la oportunidad a todos sus habitantes, especialmente a quienes se han formado por años, para que lleguen a ocupar cargos públicos. La sangre heredada de familia, no debe ser la calidad principal para acceder a un puesto. Al contrario, los profesionales más idóneos son quienes deben acceder a cargos de elección o nombramiento.

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