El gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc dieron el primer paso, ahora está en manos de los colombianos (uribistas, santistas y demás) hacer del acuerdo de La Habana una realidad.

Para que estas negociaciones vayan más allá del papel, será necesario que cambiemos la forma en que vivimos nuestro día a día y entendamos que cambiar el individualismo por la colectividad es de vital importancia.

A punta de paciencia, tolerancia y respeto, tenemos que demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de vivir en un país en el que no nos atacamos, golpeamos y matamos. Debemos lograr que la estúpida violencia (o violencia por estupideces, como ustedes quieran verlo) salga del ADN del colombiano.

Que me cruzó el carro, que me miró feo, que se me acercó demasiado, que tiene la camiseta de otro equipo de fútbol, que es de otra región del país y demás nimiedades no pueden ser razones válidas para actuar de forma violenta.

Está en nuestras manos demostrar que somos capaces de vivir de forma civilizada. Respetar a la autoridad, dejar atrás la ‘ley del más vivo’, pensar en el bienestar del prójimo y hacer un uso responsable de los derechos que nos da la democracia será vital para sacar adelante este país.

De nada nos sirve que el Gobierno y las Farc lleguen a un acuerdo de paz si nosotros no cambiamos. Si continuamos con las mismas costumbres que tenemos desde hace 50 años, el papel firmado en La Habana no será más que eso, un simple e inútil papel.

Aunque falta muchísimo (todavía hay temas por acometer, como el ELN, la corrupción, la desigualdad, la falta de educación, la falta de presencia del Estado en muchas zonas del país, las bandas criminales, etc.) estamos frente a una oportunidad de oro que hay que aprovechar. Dejemos de ser tan ‘colombianos’ como hemos sido en otras ocasiones; hagamos a un lado nuestras diferencias y aprovechemos esta posibilidad.

Esté o no a favor de la firma del acuerdo, respete las opiniones de quienes no piensan como usted. Pelear solo va a distanciarlo más de quienes opinan diferente y, como es apenas lógico, resultará en más violencia. Procure que cada una de sus acciones sirvan para hacer este país un lugar más amable para los que ya vivimos acá y, en especial, para todos los que están por llegar; ellos no tiene la culpa de la ignorancia que ha dominado a Colombia y no deben sufrir por ello.

Festejemos y aprovechemos este inmenso paso hacia la paz, pero seamos conscientes de que no es más que eso, un paso. Es el principio de algo que, si nos esforzamos y trabajamos juntos, cambiará para bien nuestro futuro y el de las demás generaciones de Colombia.

 

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