La gravedad del caso de Luis Gustavo Moreno, exfiscal anticorrupción, es mucho mayor ahora que se empieza a desenredar la madeja del aparente accionar delincuencial del hoy capturado funcionario y su núcleo familiar y de amigos.

No solo en su entorno hay corrupción, sino narcotráfico. Hoy se revela un presunto malvado y atroz montaje contra una anciana que estaba en la etapa terminal de su vida.

Moreno fue detenido por presuntamente haber estado involucrado en un caso de sobornos y justamente corrupción con el señor Lyons, exgobernador de Córdoba, y ahora se viene a saber que su esposa fue capturada en El Dorado llevando cocaína a París.

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Pero lo más grave de todo este escándalo, aun peor que el fiscal anticorrupción corrupto, es que esta señora salió libre gracias a una artimaña reveladora de la mayor bajeza y capacidad de concierto para cuando menos manipular, a pesar de que la Justicia falló a su favor. Muchas dudas en ese asunto…

Una vez detenida, la señora Carolina Rico recurrió a los servicios del doctor Majer Nayi Abushihab, abogado y hoy asesor del despacho del Fiscal General Néstor Humberto Martínez.

Y la defensa logró que la Fiscalía y los jueces aceptaran la más peregrina de las tesis: que a la señora Rico su propia abuelita, en fase terminal por lo demás, era quien le había puesto los casi 200 gramos de cocaína en el equipaje de mano.

Como decía, puede ser muy grave que el exfiscal anticorrupción sea un corrupto de marca mayor, que el Fiscal Martínez lo haya nombrado sin ahondar en su pasado y su condición de inmoralidad, y todo lo que ello implica en el tema del clientelismo y la politiquería, y que su captura sea una evidencia más de que en Colombia la sal se corrompió.

Pero aun así, la dimensión –en lo moral o más bien en lo inmoral- del caso de su exesposa, es brutal. Una señora que transportaba cocaína logra tamaña salida incriminando a su abuela. En fin, hasta normal en un país podrido. Pero que abogados se presten para armar esta parodia, esta comedia, si se sale de toda proporción.

Como parecía evidente para la sindicada y los abogados, la abuelita en fase terminal quien resultó ser la narcotraficante, se murió en medio del proceso. No me vengan a decir que tanto la sindicada como sus abogados tan cercanos a la Fiscalía, no lo habían calculado. La jugada era perfecta: limpiar a Carolina Rico, encochinar a la abuelita y qué carajo, la viejita ya se iba a morir, qué más daba.

En efecto Rico fue absuelta. Pero hay más. Otros familiares de Carolina Rico fueron quienes testificaron en el sentido de que la abuela desalmada era la traqueta y no quien llevaba el perico en el bolso.

El fiscal del caso, de apellido Porras, dijo esta semana: “La abuela había muerto en el momento del juicio, así que no se le pudo tomar la declaración. No es cierto que yo haya pedido la absolución”. ¡Perfecto para la defensa! La abuelita ni habló, ni se defendió, simplemente se murió, dentro de unos tiempos seguramente bien calculados.

No pongo en duda la actuación técnica de Fiscalía y justicia en este caso, pero si le asaltan a uno muchas dudas de tan perfecta salida gracias a la aparición y rápida desaparición de la abuelita. A rey muerto rey puesto, entonces.

Nadie se va a ocupar de restablecer el buen nombre de una abuelita fallecida en medio del proceso. Y no hay proceso porque la delincuente se murió.

Detrás de esto, permítanme pensar mal, hay una demoniaca capacidad de armar un escenario basado en el doloroso tránsito de un ser humano hacia la muerte.

¿Coincidencia? Puede ser, eso dice la Justicia, pero permítanme tan solo dudarlo.

Detrás, digo, está el alma nacional corrompida por tantos años de articulitos, justicia por mano propia y demás inventos de las fuerzas hegemónicas de la política en el poder en los últimos 16 años.

Con tal de coronar, de salir adelante, todo es válido. Hasta encochinar a la propia abuelita. Ella doña Carolina, que según investigadores y agentes federales gringos, “se dedicaba a viajar” a veces con Moreno su esposo, y siempre con su equipaje de mano, como es natural…

La Fiscalía ha ordenado reactivar la investigación por el caso de la abuelita adelantado por la Fiscalía 50 y fallado absolutoriamente por el Juzgado 46 Penal Municipal de Garantías.

En ese orden de ideas no solo se debe retomar el caso, sino dilucidar definitivamente la culpabilidad o no de la abuelita y si es del caso, post mortem, limpiar su nombre.

En el momento se habló de un “insólito argumento”. Más que eso, a todas luces parece delirante pensar en la abuelita agonizante, metiendo la cocaína en el equipaje de mano de su nieta a sabiendas que rara vez una mula cargada de esta manera, pasa por El Dorado rumbo a París sin ser detenida. ¡Alerta aeropuerto!

Era casi como mandarla directamente al matadero. ¡Qué abuelita tan perversa!

Falta que digan que la abuelita sacrificó a su nieta como “gancho ciego” para que pasara una mula cargada con un alijo mayor. La señora Rico pasó tan solo un mes en la cárcel y listo…

Y la felicidad total. Cuando llamaron a la abuelita a la audiencia, estaba muerta y la señora Rico en libertad. El juez del caso, Óscar Orlando Garzón, dijo en el momento: “no se puede contar con el testimonio de la abuela quien hubiere clarificado la situación de una forma veraz que hubiese permitido un acercamiento a la verdad verdadera”. De nuevo ¡perfecto!

Fue luego de ese episodio del absurdo que Carolina Rico se casó con el hoy capturado ex fiscal Moreno. Llegó el tiempo de las vacas gordas, plata en la cuenta, propiedades, y lo que une todo el paquete, algún dinerillo de lo que recibió Moreno como soborno por parte de Lyons para favorecerlo en un proceso por 20 delitos relacionados con lavado de activos y narcotráfico, se lo gastó doña Carolina en Miami en joyas.

En ese entonces la señora Rico pidió ser sometida a polígrafo, lo mismo que su hoy esposo Moreno quien pasó la prueba anti corrupción. ¿Por qué tanta insistencia con el polígrafo, una prueba manipulable y antitécnica, no aceptada por la justicia colombiana?

Presuntamente deben saber manejarlo…

La suma del asunto: Moreno puso la tapa de la olla en el país como fiscal anticorrupción detenido por corrupto. Inconcebible. Y su esposa inculpó a su abuelita agonizante para salvarse del caso de narcotráfico. Todo esto indica, una vez más los niveles de podredumbre y de bajeza en los cuales ha caído parte del país.

El país del poder, de la politiquería y de la “justicia” que no tiene límites, que ni siquiera respeta a sus propios muertos. Esa parte del país generado si por el narcotráfico en 50 años de contaminación, pero también por esos sectores de la política que potenciaron y permitieron el dolo y la criminalidad al interior del Estado, de los falsos positivos y las chuzadas por ejemplo, y que ahora se declaran como perseguidos políticos y que aún esperan la libertad de sus “buenos muchachos”.

Ahí está la clave. No solo hay gentes podridas. Es toda una institucionalidad corrupta y venal la que se incrustó en el poder, que es nombrada como secretario de seguridad en Medellín para favorecer a las bandas paramilitares, otro temita nauseabundo de esta semana.

La misma “institucionalidad” empoderada y envalentonada contra la guerra, que quiere regresar para -directamente o por interpuesto “coscorrón”- “salvarnos del castrochavismo” en el 2018.

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