Las estadísticas son contundentes. El aire que respiramos, el combustible que nos mantiene vivos y activos cada día, está lleno de partículas contaminantes que nosotros ni sentimos. ¡Ahí está el problema! No nos importa, pero tiene un gran impacto en nuestra calidad de vida. Es uno de esos asuntos tan esenciales, pero a la vez olvidados, al cual deberíamos pararle bolas ahora mismo.

Un informe reciente de calidad del aire en Bogotá, presentado por la revista Semana, demostró que hay zonas que están encima de los “límites” de contaminación para una urbe como está. A mi parecer, este tipo de cosas no deberían tener niveles de permisividad. En Colombia, el aire puede llegar a contener máximo 50 microgramos de partículas por metro cúbico anual, y barrios como Kennedy y Carvajal experimentan entre 70 a 80 microgramos(1). Una realidad triste para la comunidad del sector que, al igual de muchos de nosotros, poco entienden de estos asuntos tan importantes. Y lo mejor está por venir.

Para entender con claridad este asunto, Óscar Guerrero, investigador del IDEAM encargado de monitorear la calidad del aire en el país y vocero en esta entrevista reseñada, dice que el problema es el tamaño de las partículas casi imperceptibles para la nariz humana: “Existen las menores de 10 micras (PM10) y las menores de 2.5 micras (PM 2.5). Eso es básicamente polvo suspendido. Que el material particulado exceda la concentración permitida tiene un impacto en la salud, puede generar o agravar las enfermedades cardiovasculares o respiratorias”. Lo dice un experto, no es un invento.

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Gonzalo Díaz, médico, catedrático y especialista en temas de polución y contaminación ambiental por más de 20 años, señala que el gran problema es que la gente no entiende de estos temas y por eso poco o nada les importa. Bueno, eso generalmente pasa en nuestro país, no es una sorpresa. “La gente puede ver un bus o un camión humeante transitando por la vía sin conciencia alguna del impacto que esas “emisiones inofensivas” pueden tener en su salud. El diésel es un agente cancerígeno y es una de las principales fuentes de energía. Por obvias razones, la calidad se deteriora de manera inminente”.

Otro grave problema que tiene la gestión ambiental en Bogotá es el discreto papel de la Secretaría de Ambiente, o yo, personalmente, no lo he visto. Una entidad paquidérmica, con pocos anuncios y por ende pocas acciones. Aunque en Bogotá las autoridades ni declararon la emergencia ambiental, no es un secreto: la calidad del aire está deteriorada. No se han visto acciones concretas por parte de la “autoridad” para mejorar.

Las mediciones del Dr. Díaz hechas en 2017 en los alrededores de la Carrera 7, una de las vías más contaminada, indican que los niveles de partículas en el aire son de hasta 462 microgramos por metro cúbico, situación que configura un escenario peligroso para la salud de los bogotanos y está muy por encima de los límites permitidos. “Si seguimos exponiéndonos a esas partículas las enfermedades respiratorias van a aumentar, con un fuerte impacto en el sistema de salud, que pudo haber sido prevenido. Las fuentes de estas emisiones son principalmente las industrias, seguidas de los vehículos de carga y servicio público (incluido Transmilenio), estos últimos cuyo funcionamiento implica el abastecimiento con diésel, que es el principal enemigo.

De hecho, la recomendación del experto Guerrero parece simplista, pero adecuada: “Evitar la exposición a los corredores viales más contaminados, por ejemplo a la autopista Sur, donde circulan vehículos de carga pesada, hay troncal de Transmilenio y bastante industria. Además, reducir el ejercicio cerca a corredores viales. Hay personas que salen a trotar o a montar bicicleta y se exponen de 7 a 9 en las avenidas, cuando el material particulado es más alto. En el caso de los ciclistas, hay tapabocas para filtrar el material y evitar que llegue al tracto respiratorio”. Es decir, lo mejor es quedarse en su casa.

¿Qué pasó con esas antiguas patrullas que medían los niveles de contaminación de los vehículos y al menos un parte colocaban? ¿Sirven o no las revisiones tecno-mecánicas? Son más las dudas que las certezas generadas en torno a este tema. Parece que los controles son mínimos mientras el problema se agrava. Las entidades del orden nacional y distrital solo guardan silencio sepulcral frente al tema… Entonces, ¿qué solución nos queda? Nada, ninguna. Por ahora, esperar que nuestros cuerpos sean tan fuertes que estas partículas no nos afecten… ya que parece que este terrible problema, sencillamente, a nadie le interesa.

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