Atravesar ríos y mares, montañas y desiertos. Y llegar a descubrir, de manera desconocida, la rueda.

Y así hayan aparecido los vehículos de motor, la bicicleta ha mantenido su importancia, tanto como forma de transporte como para hacer deporte: desde la ruta, la pista o el BMX.

Por eso, es emocionante ver a Esteban Chaves llegando en segundo lugar en una de las más importantes competencias como el Giro de Italia. Y él, como buen bogotano, se formó subiendo las montañas que rodean a la ciudad, y que sirven para preparar a los escaladores. La subida al Alto de Patios, al Alto de Rosas, además de otras pruebas como La Línea o Minas, que son sin duda fuera de categoría.

Hasta tal punto ha llegado la fascinación por este vehículo que, ahora la bicicleta se ha vuelto parte de la música y la imagen del video donde Carlos Vives y Shakira recorren la costa caribe colombiana.

Sin humo, esta máquina de dos ruedas y de tracción humana recobra su valor. Para muchos en ciudades como Bogotá y por qué no Amsterdam o París, este vehículo de dos ruedas, que se mueve por la fuerza de las piernas de seres de carne y hueso es, día tras día, un símbolo de la movilidad realmente racional y humana.

Ser ciclista tiene además otro atractivo componente, que es el de ser una de las actividades deportivas más seguidas por la humanidad y que, junto con el trote y la natación, forma el deporte para los llamados hombres de acero: el triatlón. Por eso el “caballito de acero” es una mágica conjunción entre el ser humano y la máquina de bielas, radios y engranajes.

Así, recorriendo distancias superiores a los cien kilómetros por jornada; entre cúspides, bajadas o compitiendo contra sí mismos, en las contrarreloj; este deporte genera una gran emoción. Y tal vez por una extraña razón, como ocurre con el café; los colombianos nos hemos convertido en los mejores en estas lides.

Por las mismas empinadas carreteras, en muchos casos sin estar bien asfaltadas, los llamados escarabajos se han convertido en los principales exponentes de estas competencias.

Y como sucede con los vinos, se han dado cosechas de mejor sabor en determinados años. Es de recordar que en los años 1970, Martín Emilio Rodríguez, ‘Cochise’, fue el primer colombiano que se dio a conocer como un ídolo de esta actividad. No era, como los que le siguieron, un experto para subir montaña, al contrario fue en el plano y la pista donde brilló.

Luego, mientras en el país eran reconocidos los ciclistas que participaban en la vuelta a Colombia; comenzaron a aparecer los que, como el café, se mostraban como los mejores exponentes de exportación. Esos “cafeteritos” venidos de Boyacá, Cundinamarca, Antioquia y el Viejo Caldas, cruzaron el océano para enfrentarse no solo a unos inmensos competidores, entre franceses, españoles, británicos y alemanes, sino a unas condiciones climáticas adversas.

Y así, los narradores de competencias centenarias como la Vuelta a España, el giro de Italia o el Tour de France, comenzaron a relacionarse con estos pequeños individuos venidos de un lejano y desconocido país. Lucho Herrera, Fabio Parra, Patrocinio Jiménez y Alfonso Flórez marcaron una época gloriosa. Luego, de extraña manera, el ciclismo cayó en un letargo y casi que en el olvido.

Ahora, esta disciplina comienza a brillar nuevamente y los nombres que ocupan los podios y los titulares. Tal vez la vida misma de los colombianos hace que nos destaquemos en una disciplina tan exigente y sacrificada. Mariana Pajón en las pruebas recién ingresadas a las Olimpiadas, junto con Carlos Mario Oquendo; mientras que Nairo Quintana y Rigoberto Urán, además de sus inmensas capacidades como deportistas, han resultado personajes carismáticos y símbolos del país.

Quintana, además, permite soñar con que por primera vez un ciclista colombiano se vista de amarillo al cruzar los Campos Elíseos, al finalizar la Vuelta a Francia. Tiene con que lograrlo, para así entender porque el ciclismo debe ser el deporte insignia de Colombia.

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